viernes, 13 de septiembre de 2013



                                         de "El nombre lo pones tú", novela



  Ya sabes, yo por entonces iba por los derroteros de apuntarme el primero a las derrotas, a cualquier derrota, renunciando de antemano a las luchas, a las peleas y a las zancadillas por un pedazo de ternura que sólo me podía llevar a más dolor después, a más soledad, a más confirmación de las soledades, del destino de las inevitables soledades. Ahora no, ahora eres mi lucha incesante, diaria, esa disculpa necesaria y bella y quizás hasta corrosiva que se necesita para caminar caminos y atravesar fronteras de agua, esas claridades que matan si se sabe apreciarles la duración y la medida del tiempo. Quizás este sueño no sea eterno, pero durará lo que dure la eternidad. Brujas en tus ojos. Arrebatos de pasión en tu piel.
         Ya empecé a contar los días que me separan a cuando me trajiste la primera sonrisa. Yo iba por el refugio de los pescadores. A la deriva, saltando de lancha en lancha; las lanchas varadas, encalladas, astilladas, viejas, hundidas. Me ahogaba día tras día, un poco más cada día, mientras te esperaba.
          __Te traigo un regalo __me dijiste.
          No supe ver que el regalo eras tú. Me quedé esperando. El regalo, la sorpresa del regalo. Tú no esperaste. No sabes. Te abandonaste a los brazos de la compañía unas veces, a los brazos de la soledad, otras. Es larga la agonía de la espera, lo sé. Mata la ilusión de la espera. Y tú lo sabes. Cuando llega, te dices «ya es tarde, ya no te recuerdo». Es cruel la verdad, en cambio las mentiras son dulces, envenenan, seducen, matan. ¿Recuerdas el frío de la tristeza? Claro que lo recuerdas. Mi frío al lado. Lejos de tu frío. Pero el frío no existe, es sólo la presencia de la ausencia lo que existe, es el vacío que queda después del sueño, esa vaciedad que muerde como un dolor y se queda, ignorada, hundida en la almohada.  La soledad es egoísta, no quiere ser compartida, en cambio el frío es cobarde, busca el calor a cualquier precio, compra sonrisas olas, roba o las inventa. No quiero acostumbrarme a estar contigo. Quiero sorprenderme cada día de estar contigo. Amanecer cada día y deslumbrarme por el simple hecho de que estés. Deslumbrarme y asombrarme con tu presencia, aunque permanezca callado y no te lo diga. Caerme en la hondura de tu ternura (sabes esconderla bien).
          Al refugio de los pescadores se va cogiendo por la calle estrecha de la vida que está cayéndose a pedazos.
        __Hazme el amor __me dijiste, corriendo por sobre las olas.
        Me trajiste hebras de algas. Yo te alcé para que vieras cómo se rompen los silencios contra los acantilados, como olas, cómo regresan las estrellas, cada noche, a mirarte.
        __La vida no sabe morirse __me dijiste.
        __No __te dije__, sólo sabe vivir, estar contigo.
        __Hazme el amor __me dijiste.
        Te abracé, te abracé. Sólo supe abrazarte.
        __No me sueltes __me dijiste __, apriétame fuerte.



     
                                                      Quintín Alonso Méndez



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