Las uvas caen en
racimos al amanecer,
frescas como delirios
de un sueño
remiso a despertarse,
porque fueron mareas de
suavidades,
emociones de pájaros de
agua
brotando de tus labios.
Siempre termina el
sueño antes de llegar al horizonte.
Caen rotundas las uvas,
anochece,
oscuras y redondas como
lo oscuro.
Ir al sueño es buscar
tus besos
entre las ruinas del
mundo
Mujer, cómo darte el
pan de los versos,
cómo amasar las uvas de
la tierra
con la masa madre del
mar,
cómo, mujer, enhebrarte
en abalorios de sol
las delicadas hebras
azules de luna
mientras va cayendo el
anochecer.
Mujer, cómo darte la
flecha de la luz
para que atravieses la oscuridad
y me regreses a la
búsqueda
de lo que no tiene
destino,
cómo, mujer, cómo hago,
para que tu sonrisa,
enjambre de polen,
no deje de rociar las
flores
por donde pasean mis
ojos.
Mujer, cómo darte el
agua de los versos,
cómo darle la lluvia a
tus besos húmedos
que produzcan la
siembra de los surcos secos
por donde una yo vez
estuve
y desvarié el rumbo.
Mujer, cómo darte el
pan de los versos,
cómo darte lo que no
tengo,
más que estos poemas pobres
de poeta herido,
maltrecho, viejo
Es verso la sensación
dulce
del imaginario
donde en sueños me
visitas,
dulce oleaje de olas
invadiendo el cuerpo
hace la ternura del
fuego
en vaivén de murmullos
recién descubiertos,
lávico estallido del
agua
bajo sol de noches
inauditas,
dulce locura de tocar
el arte
en pura ebriedad de
beber tu esencia,
asombro y júbilo
del sentirme latido en
el latido de la existencia,
plenitud del verso
¿Qué parte mía se
adentra en el bosque de los deseos
buscándote,
qué parte mía te ve
pasar por el sendero de la luz
y calla, se regresa a
su fortalezas de arenas
y nadas?
¿Qué parte mía te ve en
el valle de las mariposas
abierta en flor,
qué parte mía te ve
desnuda en la yerba de la luna
y se apoya en la
baranda viéndote soñar?
¿Qué parte mía te
escribe,
cuál de ellas se acerca
y te da el poema?
Todas mis partes se
desconocen
pero todas íntegras
te buscan y te habitan
en las regiones del
anhelo,
te escriben el poema
Creí verte,
donde el atardecer es
una fruta
desprendida de tus
labios,
envuelta en marea quieta
del mar de tus ojos,
brilló en el aire el
nombre de tu piel,
creí verte,
sabor del salitre me
trajo tu sabor,
fue eternidad de
instante, estallido frutal
incendió el tiempo, ardió
la luz,
se vino noche, tálamo
del sueño,
rumor de la desnudez,
te esperaba sin saberlo,
creí verte,
yo no estaba, tú sí
La tristeza no
descansa, simula el sueño,
pero silenciosa afila sus
garras en las rocas áridas
de los desiertos en
sombras.
En las cumbres del día,
con las espadas enhiestas
del sol, desgarra y desmorona,
quema el aire.
La tristeza no
descansa, bulle desde los océanos interiores,
como en calmas de
mareas, pero estalla en oleajes
contra los acantilados,
desarma las alas.
Abajo, cerca de la
costa,
un pequeño pájaro
contempla el paisaje,
escucha los ladridos
del mundo, los latidos del hambre,
pronto sabrá volar y
pondrá vuelo rumbo al descubrimiento.
La tristeza no descansa,
siempre regresa al origen del agua
Descubrimos, más antes
que después,
que nacimos huérfanos,
la niebla, donde
habitaban las hadas y los duendes,
los sueños y las
religiones, pronto se desvanece
y de pronto nos vemos
en medio del camino,
del largo y angosto
solitario camino que se pierde a lo lejos
por los dos lados, dentro
de la otra niebla,
la de los miedos,
nos miramos, nos
desconocemos,
en la memoria solo nos
quedan cenizas
de bosques y océanos calcinados,
las cadenas de las
religiones
Pronto séase la noche,
me traiga a la orilla
de este silencio nocturno
tu sabor a mar, el
murmullo ebrio
de cómo serán tus
besos,
trayéndome la calidez
desnuda del aire
tu desnudez de luna, tu
carnalidad de agua,
séase la noche pronto,
la lúcida penumbra,
que la delicada piel de
los sueños reales
me traiga tus playas de
arenosos trigales,
y quizás acaso brisa me
está trayendo en marea larga
murmullos de palabras
rotas en las astillas de los labios,
tu sabor a mar, el murmullo
ebrio
de cómo serán tus besos
