viernes, 28 de octubre de 2016


La piel del verso
Desde las cumbres
ya ha bajado la alegría negra de los mirlos
gime dolorido este mar astillado
asciende por la hebras del desvanecido azul de la tristeza
el húmedo salitre que preña las soledades de verde
me siento en aquella piedra que siempre fue puerto de lejanías
es entonces cuando se abrazan las lágrimas
con el desborde espumoso de las olas
¡cómo le brillan los silencios al desnudo paisaje!
me vienen los recuerdos más bellos
esos que te muerden en los labios y te hacen sentir el absoluto abandono
la más quieta penumbra en el estallido del día
puedes cambiarle el nombre a la penumbra y llamarla melancolía
y a la melancolía puedes dejarla ahí tirada entre las rocas
y tú de regreso a casa mirarte las manos vacías y verte los versos más tristes
ver cómo la vida pasa a tu lado y no te advierte

Quintín Alonso Méndez





viernes, 21 de octubre de 2016

La piel del verso

Cada día tiene un  latido que me dice tu nombre
descubro que los cernícalos son niños
asustados niños sin madres
ha regresado la gaviota a su torre de los sueños
sola ahí en lo alto
graznando solitaria a la memoria
celebra la fiesta del homenaje
Cada día es ese paseo por la vereda inexistente. Los panales vacíos, seca la yerba de alrededor, gigantes arañas metidas en el melocotón, alguien traspasa el muro de piedra, y no es un soplo, es un ahorcado puñal de agua, es el grito el fino grito del silencio pidiendo a gritos que cierren la puerta, abandonen las causas, descerrajen las pelusas de plástico de la ética. Ya he de apoyarme en el palo del tarajal para detenerme y preguntarle al sol en lo alto qué carajo de día es éste, que sabe a eternidad. Así cada día, viendo cómo le crecen los hijos al árbol, me siento a ver pasar el latido que desparrama por los surcos fértiles tu nombre
Cada día tiene algo de día último 

Quintín Alonso Méndez





martes, 11 de octubre de 2016


La piel del verso

Se clava la luz de las seis de la tarde
de octubre
donde se empiezan a ver cenizas con las primera canas
de la nostalgia
agujas de la espiga más seca caen del sol
clavan la luz en la tristeza de los ojos
la clavan como espadas hundiéndose en la derrota
en la más hundida mirada que mira hacia dentro
hacia la hojarasca que cubre las desalojadas nadas
luz de las seis de la tarde
de octubre
que hiere como un dolor en las hebras de la memoria
esa hora
en que todos temen oír el grito del silencio desgarrado
entonces desandan el camino y se ponen sobre las cabezas
sábanas de niños jugando en la plaza
ven menudas estrellas en las alas de las mariposas
una muchacha caminando sola como si realmente estuviera sola
como si fuera verdad que en octubre
a las seis de la tarde
se acercaran las sirenas a la costa
con un nombre de sangre pintado en los labios
¡ah detenido octubre
a las seis de la tarde!
hora en que escribo sobre la piel de un azul
pálidamente incendiándose
¡ah los lilas que despedazan la calma!


Quintín Alonso Méndez



viernes, 7 de octubre de 2016


La piel del verso


Empecé solo el camino y lo acabaré solo inacabado
la obra de la redondez
no tiene prisas el camino
y yo tampoco
por eso me siento a menudo en la roca
frente al furor del mar
para pensarte despacio
saborearte poco a poco
como hace el salitre con el acantilado
con sus lamidas de labios húmedos de gata que raspan
arañazos de algas en la herrumbre
ay así esa herida tuya en el muslo me habita un poco
¡cómo despeja siempre la tarde
para envolverte irreal o mágica en el amarillo del azul!
¡cómo te retengo en mis vísceras del alma!
¡esas vísceras que confunden al tiempo y lo llenan de melancolías!
¡ah color pálido del otoño donde anidan habitan se cobijan las lágrimas!
a diario te veo pasar y nunca adviertes mi ausente presencia
tu mirada siempre tan más allá del horizonte
como si existiese un mar detrás o dentro de cada palabra
por eso escribo y te escribo
para que el rumbo de las cosas me recuerden un día
y entonces defiendan lo débil
el charco vacío un rincón abandonado
la sombra de un árbol
la pobreza rica del tarajal
la lealtad de la penca
sé que me buscaste al mediodía
la libélula se posó donde sangraste hiriéndote con la maresía
es heroico levantarme despacio
para entonces al instante
dejarme caer en la roca
para pensarte despacio
saborearte poco a poco
¡ah las velas del horizonte cómo me inventan nubes
trepadoras nubes que me traen tus labios!

Quintín Alonso Méndez




sábado, 1 de octubre de 2016


La piel del verso

Íbamos a cambiar el mundo y lo cambiamos
descueramos al miedo y dejamos sus carnes al sol
jugosas en su desnudez sangrante
secándose en los filtros del salitre
por aquel entonces le colgamos al mundo un letrero en la frente
con el nombre secreto del destino
pero el viento ya venía cambiado
por bondad con las ruinas se atuvo a detenerse
lo que dura ese cansancio de la piedra al suelo
Con el paso de los años
la gente va descubriendo lo que he sido siempre
un viejo
solo en la vejez me reconocen los que pasan a mi lado
como a diario se pasa ante el mismo árbol
ante los mismos aledaños del solitario paisaje
fui ese niño que nació envejecido
y que con el paso del tiempo
ah la etapa tardía de lo que no viene
al querer despojarse de las pieles del miedo
le dispararon flecha de hierro al centro del letrero
en plena frente
donde estaba escrita la palabra cierta


Quintín Alonso Méndez