vuelve la noche,
aferrada a la noche misma,
catedrales de ruinas con
la luz de la luna semejan bosques carbonizados,
ninguna
esclavitud más libre que estar en la ausencia,
gimen los
luceros en olas de plata voces estremecidas,
aquí tan cerca
desde tan lejos
necesidad de
habitarte para habitarme,
la cuchilla
azul de la madrugada rasga las vestiduras de la luna
si despliegas el libro
verás paisajes de románticas tristezas
como fotos antiguas en
sepia de un campo de amapolas,
verás invisibles telas de
hebras pobres
posadas en tumbas de
años anónimos,
palabras borrosas en
las grietas de los pétreos silencios,
si lo abrieras y
soplaras sobre el polvo enfermizo de los olvidos,
contemplarías
interminables surcos de vacíos anegados en la sed,
caminatas absurdas por
los fantasmas del tiempo, algoritmos de nadas,
verás, forzando la
mirada en la boscosa oscuridad,
destellos de diminutas
gotas de agua en el musgo de los susurros,
en el oscuro deseo de
lo inacabado,
donde en libres
ataduras se juntan los labios y los besos
¿nadie sabe del niño
viejo?
solía pasar con
horarios de costumbres desvariadas
por los bordes de las
distancias
que eran orillas
intraspasables
en las horas confusas
del alba a medianoche
de mediodías y
atardeceres con los ojos mágicos de tus aguas
salvadores de
catástrofes
¿nadie lo ha visto
pasar
con su saco al hombro, pesado
como un planeta?
por donde fuera iba
lleno de sonrisas tristes enjauladas en los silencios
y aparentaba ignorar lo
que no conocía
¿de verdad nadie lo ha
visto?
ahora el viejo niño mira
al tiempo desde el otro lado
hurgando en la neblina
en busca de tus ojos mágicos de agua
extraviado en un
perfecto desequilibrio
con su saco vacío a
cuestas, pesado como un planeta
vagando por los bordes
de las distancias
que son orillas
intraspasables
¿dónde, en qué prístina
parte del poema,
en qué
resquicio,
en qué rincón de
geranios,
cuál la rendija, el
suspiro del aire,
dónde, en qué oleaje,
en qué asombro de
saberte
palpita la materia?
Si fuese a escribir la
palabra de la búsqueda
me hundiría en la
niebla
buscándote la mirada
Abre el mirlo la tela oscura de la
noche
con su pico dorado,
dándole con su canto de sol
la luz al alba.
Delicadamente la oscuridad se deshace
en delicados pétalos azules
en los labios de la marea renacida,
regresa el océano al rumor de la
costa,
en vuelo sobre los humedales
se abre el horizonte,
abriéndose las palabras
en la piel del paisaje,
dibuja tu piel de bosques y arenales
La tristeza se adentra en la espesura
de la lluvia,
o no es la tristeza sino la niebla
que me sacude las añoranzas,
como sangre fluye la uva del vino,
eran tus besos amenazando la calma
mientras el sol rodaba por la vereda
del hinojo
Arde en el aire frío
avivado por viento de cumbres
la sed de beberte
uvas salinas donde el musgo
quema en los labios
Se desliza arenoso amanecer por la
seda del aire,
pudor de la piel, vestida de
calideces pálidas,
viene de luna desnuda, se inunda de mar,
será resbaladizo día
por los sueños que rumorean
arañando en el hueco de la voz.
Día discurriendo en suavidad de
dolores,
miel de la tarde. Es probable sea
sombra
la luz bajo el árbol, una nostalgia
acaso dibuje gaviotas.
Brillo, ala, polen se esparce, arena
y salitre,
tus ojos, tus labios, tus manos, tu
desnudez íntegra
desnudamente
dibujo en el poema
