lunes, 28 de agosto de 2017

                                                              Canto Último

Canto LCVI

Estás leyendo dentro de la niebla de un sueño lo que ahora te escribo indefenso bajo la crueldad del sol ahora que la tristeza crece con la marea y la marea se desvanece en orillas huérfanas desde donde estés mírame y ya todo es dulzura hasta la sal del beso ausente la soledad de la orilla acoge el rumor del silencio habla en voz baja adormece es soplo ligero hebras de la serenada que acarician los pétalos del aire los dolores son solo pequeñas piedras en la arena que lamen delicadas las sensuales olas desnudas así es tu mirada mírame desde donde estés y así el instante de la escritura que brota para ti para tus manos perfectas para tus labios es dulzura hasta la sal del beso no depositado es dulzura miel de las lágrimas me estás leyendo dentro de la niebla así es la oquedad de la caracola el gemido de la yerba la quietud del viento que manso se aleja tú también ves barcas en la bahía un gajo de luna en cada barca un imperceptible aleteo de los dedos desnudando la nuca así es el instante de todos los instantes esta escritura que se inventa alas y se inventa que vuela hacia ti hacia tus manos perfectas tu mirada de agua de océanos por los que navego mírame desde donde estés haz que sea la verdad del verso la carne de esta soledad etérea el canto del quererte
no voy al cobijo voy a la hoguera
al mar donde arden los besos

quintín alonso méndez





sábado, 26 de agosto de 2017

Canto Último

Canto XCIII

Ligera como pluma como canto de pájaro como lo efímero de lo que se queda es madrugada contigo como piel como instrumento del canto rama delicada del suspiro del roce fugaz que apenas es delicado roce oculto deseo del roce blancas de espuma las crestas de los gallos de las olas brillos estelares de plata en la noche habitantes de lo que guardan los silencios nombrándote mis pensamientos carnales caen en las aguas como azules astillas de estrellas fugaces desangrándose gimen las caderas de la impúdica noche en los húmedos temblores de la deshojada orilla pétalos que se desprenden de las carnosas flores entrelazadas con las sirenas del musgo mi dolor no sangra se habita en los corales ¿adónde voy pobre de mí? ¿tiene fin un abismo? camino por los circulares anillos de la noche la música se eleva por encima de las inteligentes huellas de los pájaros que no vuelan que aman las veredas donde las semillas se abren en la sombra pobre de las cunetas es la humedad lejana de las huertas disecada en las piedras ¡ay sol que no dejas de arderme en la sed más cierta! Me siento en el borde de la acera a hablar con los lagartos las abejas en las flores amarillas de las pencas la luna aún resbalando por la arena espera a que el hilo de la cometa con la ayuda de los alisios la eleve por los peldaños de la escalera que desciende al abismo de las alturas donde las estrellas la desesperanza ligera como pluma como canto de pájaro vuela la paloma del suspiro ¡ay gaviota dile que no sé querer pero que la quiero! las seis de la tarde se marchan voluptuosas detrás del vuelo del recuerdo cuando llueva ¿me pensarás? miénteme dime que sí así la lluvia será dulce y sus golpes inflexibles contra mi soledad serán pedazos del cielo que no tuve pico del águila que quise tener en los labios para a dentelladas quitarte todas las hebras de tristeza del fondo de los ojos miénteme no digas nada acabo de venir de donde no estaba del cercano rincón de costa donde tus labios me enseñaron el verbo del mar de ahí vengo de donde no estaba de dejarte estos pobres renglones que se ahogan en un vacío vaso de agua ¡pero ay! ¡saben vivir después de escritos estos renglones después de ahogados! ¡saben acercarse a ti para que siempre te sientas distraídamente amada protegida! ¡soy dios! siempre te salvaré esta noche bailarás conmigo en la selva negra de la arena
  
quintín alonso méndez


             

lunes, 21 de agosto de 2017

Canto Último

Canto XCI

La felicidad es abstracta como las nostalgias caminas descalza por los bordes del atardecer con esa manera tuya que tienes de ir definiendo cada pincelada del horizonte llevas en los labios el brillo de las frutas de cuando los niños éramos pájaros ¿por qué me vienen de tus ojos aquellos sabores afrutados? ¿qué tiene tu boca que mi boca tanto añora? ¿qué paladares se arraciman en el aire embriagando la luz? Estás aquí o solo ocurre que te pienso y te siento mientras caminas descalza por las caderas desnudas de las olas instante en que gaviota te veo pasar desde mi lugar silencioso escribiendo en el territorio de lo imaginado la piel de tu nombre para besarla con el salitre de mis palabras la lluvia es negra en la noche cae desde el vacío oscuro de las alturas en líquidos hilos de plata aquí estás a mi lado canto en la noche picoteando como bosque de agua en el vientre del océano canto desnudo y callado que respira sintiendo el roce de la brisa en la desnudez de las palabras respiración de lunas de nidos navegando por entre las estrellas por el resbaladizo cuello del cisne de un sueño latidos ensalitrados del mar que besan mis labios con sus murmullos cálidos escribo llámame a tu sueño esto escribo llámame oh canto del anhelo deja que me siente ante tu mar y déjame contemplarlo palpar sus latidos su mirada húmeda que sea ese fugaz instante de lo eterno

quintín alonso méndez


    



jueves, 17 de agosto de 2017

Canto Último

Canto LXXXIX

Los infinitos poemas que puedan caber en mi canto último, para ti. Canto que abarca desde la raíz del origen a la puerta abierta del destino. Los poemas tallados en la escritura y los infinitos poemas invisibles, los más carnales, los impuros. Los que se insinúan debajo de la sedosa tela de las palabras ocultas. Incansables e invencibles. Ávidos siempre de las hebras del agua enraizadas en el musgo más íntimo. Los inviernos son inesperados. De pronto, los ojos de la lechuza me dirán estás enfermo y el adiós, como cada adiós, será el sordo derrumbe inesperado, la plenitud del frío silencio. La inexplicable sensación de pisar en el vacío. Del no regreso. Aun así, desde sus colgantes y lejanas colmenas, los poemas seguirán destilando su esencia para ti. Uvas doradas por tu sol somnoliento. Enfermedad que proviene de la insistencia de la sed. Así insisten las gotas del rocío en tus labios. En cada amanecer brota, con los colores intensos de la palidez, en la yerba, en las aristas de las montañas, en la costa, en los rumores del mar, un desnudo te echo de menos. Una flor negra de buenas noches en cada anochecer. En la escritura busco lo que no existe, y así ofrecerte lo único, lo mágico que no necesita de palabras 

                                                                     quintín alonso méndez

lunes, 14 de agosto de 2017

Canto Último

Canto LXXXVII

Me lo pienso sin pensarlo escribo para encontrarte deja que sea interminable la búsqueda que sea el instante de lo eterno si estuvieras aquí te pediría que oigamos juntos el leve gemido del roce el roce del leve pajaril gemido no vivo el presente vivo la memoria mis dos memorias las que se me borran en la mente y las que llegarán mansas y cansinas desparramándose por la costa como los paisajes que pasan sin detenerse en el presente estaba cuando escribí estos renglones discapacitados sin miembros sin átomos en la célula ahora lees y yo no estoy ya me he ido soy el dios de lo absoluto me voy sin haber venido ni haber estado porque estar es un aposento sin dimensiones ¡y qué estar más triste cuando el estar es venir a decir dejaré de estar! contando los tiempos gastados los tiempos que tardan en gastarse y sí hace un viento de territorios lejanos siempre viene aunque los astros equivoquen las fechas sorprende siempre igual que sorprende cuando el viento se va de pronto y te deja entre las manos la única realidad real de este mundo la ausencia lo inútil de todo ¿dónde estará lo que no existe? ¡Que sea pronta la blasfemia de la muerte! ¡que sea pronto el hola de las olas! Sujeto al viento con la ayuda de mis miedos mordidas frías en la piel abro el tiempo en canal hilo a hilo lo disecciono ahí están las palabras que nunca surgieron los cadáveres incorruptibles de los no actos de las cobardías lloran las lágrimas piedras que caen en el alargado charco el mar herido se desgarra en el acantilado esa estrella me señala el surco que lleva a tu casa este viento que quiere romper el aire estas desnudeces que ya no caben en el armario ¡qué amplia es la soledad de la noche! Una y otra vez regresa lo que no tengo es donde te encuentro

quintín alonso méndez




jueves, 10 de agosto de 2017


Canto Último

Canto LXXXVI

Igual que me adentro en mis bosques carbonizados, así se adentra el mar en la bruma. ¿Adónde van los pensamientos que no tienen destino, adónde puede llegar esta escritura que cojea y apenas si puede caminar?, ¿adónde se dirige el barco de la medianoche, libélula del horizonte? Las respuestas se diluyen como el azúcar en el agua, pero adónde van las preguntas hechas al silencio y que el silencio no oye. Toda tú eres mar. En esta espesura de siglos de no dejar de mirarte sin verte, me adentro, barca sin remos. Casi a ciegas, mis manos arañan en las aguas, buscándote versos, tienen espigas del sol que anhelo, cristales líquidos que me recuerdan a tus ojos, el tacto del sentir, el prodigio de lo desconocido en toda su desnudez, el descubrimiento, la magia de lo incomprensible, de lo inconscientemente siempre buscado, la añoranza por lo presentido, el resplandor de la certeza, revoloteo incesante de la sed del agua. Se abren las aguas en ondas que se pierden en lo invisible de la bruma, cada onda es un latido, un gesto de deseo esparciéndose. Tiene voz y piel el silencio, la suave y oceánica hondura de tu mirada, tiene piel y voz el silencio. Los pájaros de tus labios vuelan fuera de la bruma, o son mariposas que llevan el canto en el parpadeo de sus alas, donde germinan los colores. Pensándote vuelo, me adentro en los espacios donde tú eres el todo. Desde dentro de la bruma te escribo sin verte sin dejar de mirarte
acaba de pasar un susurro que me dice cómo son tus besos
los pájaros de tus labios se adentran en mis silencios
cierro los ojos para perderme en el tiempo
ciérralos
cierra también los ojos como solo tú sabes hacerlo
desnudando tus párpados
acompáñame este instante
de vida náufraga que te nombra
adentrándose en los sueños como el mar en la bruma
arañando en las aguas buscándote versos
ciérralos… cierra tus ojos
desnuda tus párpados como solo tú sabes hacerlo
acompáñame este instante…

quintín alonso méndez

lunes, 7 de agosto de 2017

Canto Último

Canto LXXXIV

Hola, ¿qué te dice la noche de mí sin mí?, ¿qué sábana tendida es la del olvido?, ¿cabe  algún pensamiento inadvertido por las rendijas de una palabra, alguna fugaz brisa como venida del mar? El silencio me llega falsamente olvidadizo, borrosos aquellos momentos menudos, deshilvanados, apenas si sombras pálidas, remotas, metidas en la niebla calimosa. Oscuro el mar, melancólico, como el adiós de un algo presentido. Por aquí, por las noches, por los hilos del salitre, de los sinsabores, adoloridos, se pasean todos los silencios, metidos en los ciclos de la marea. Los sentimientos callan. La realidad es mordaza. Como piel de serpiente resbalan los sentidos por la humedad de la noche. Escucho. Es tu voz, que me desnuda con los dedos y los labios de la tristeza, con los gestos sedosos de la búsqueda, ¡ay, los susurros de la nostalgia salen del mar!, me cubren la soledad. En tu mirada habita el Universo. Cuando oigas la palabra mar, piénsame. Me endulza los dolores el saberme en tus mares, invisible, impalpable, en esa indefinida ola tendida sobre las grises aguas azules. ¿Qué te dice la caracola de los murmullos, el chapoteo de los charcos que el musgo balancea, adormeciéndolos en vaivenes de nostalgias?, ¿qué te dice el horario sinuoso que desciende al anochecer? Se oyen los latidos de la quietud que con su carnosa lengua acariciante lame la orilla, deshojándola. La brisa tiene cantos de tu boca. Beso recuerdos, deseos de futuros. Eres el paisaje de mi espacio, navegas por mis tiempos. La noche me dice que vaya a por ti

quintín alonso méndez



viernes, 4 de agosto de 2017


Canto Último

Canto LXXXII

Me inunda la historia del tiempo, toda una vida en la que no estuve, por la que quizás pasé, sin un saludo de silla o de piedra o de mesa que me invitara a sentarme a la pausa, o al reposo, o a la confirmación del vaso de agua, agua de la atarjea, del grifo, de la charca, de las entrañas de la tierra. Alejado de las voces, me sentaba sobre la yerba, apoyado en el tronco de un árbol, con un palo trazaba entre mis piernas extensiones de un mapa, imaginaba dónde estarían los atajos, dónde las trampas, qué peligros debía de sortear: sabía que la liberación del secuestro debía realizarla yo solo. ¡Ah!, pero la audacia es un privilegio destinado a los elegidos. Siempre llegaba tarde y, para bien, el secuestro ya había sido liberado. Y si había llegado tarde, mejor, todo resuelto, las cosas de nuevo en su sitio, también había llegado tarde para la fiesta de la celebración. Era un desconocido. Insultante mi pequeñez ante la grandiosidad del héroe. Me volvía al árbol, bajo al gajo frío, metálico, de la luna. Pasaba un tiempo, borrado tiempo, antes de volver a la sombra del palo trazando geografías y días sin nubes, sintiendo la luz de la tarde en forma de calor, llena de insectos y de puros colores vivos, antes de que se volviera a hacer tarde y el techo de la noche cayera sobre mí

quintín alonso méndez


martes, 1 de agosto de 2017


Canto Último


Canto LXXXI

Me enamora tu existencia, las concavidades planetarias de tus formas. Los parrales de los párpados, bajo los que se refugian mis silencios, los que palpan mis labios al atravesar el aire. Delgadas y carnosas veredas como arcos resbalan perdiéndose en el redondeado vértigo de ánfora de las uvas, así la brisa sobre las aguas. El cristal de lo invisible, separa. Pero es cristal, ahí la flecha se detiene y regresa a la cóncava curva del origen. Desde donde te miro. El día se abre, cuerpo azul, desnuda la mar, envuelta en la húmeda y resbaladiza desnudez de la luz. El salitre enreda al musgo con las musicales ondas de la marea que arrullan la orilla. Inconmensurable olor a ti, a la magia de ti, que dibuja la curvatura del todo. Se eleva la silueta del deseo preso en su libertad. En el altar de la entrega, desde los pies descalzos, que rozan la caricia en la arena, tensando la curva y delicada cuerda que une la raíz a la materia, hasta la cabellera de fuego atada al viento, ascienden, lujuriosos, por las concavidades planetarias de tus formas, todos mis cantos. Invisibles. Impalpables. Como cantos de pájaros. Como el roce de la seda con los recuerdos. Del silencio con los anhelos. Tengo motivos para buscarte. Infinitos motivos para solo buscarte. Y cada madrugada, desnudo bajo la bóveda de la infinita nada, volveré a vivir para volver a buscarte. Desde aquí, desde mis palabras disecadas en la escritura, que náufragas intentan no ahogarse, enredándose en las algas de tus costas, diciéndotelo con la voz callada del  enamorado. Me enamora tu existencia

quintín alonso méndez