martes, 1 de agosto de 2017


Canto Último


Canto LXXXI

Me enamora tu existencia, las concavidades planetarias de tus formas. Los parrales de los párpados, bajo los que se refugian mis silencios, los que palpan mis labios al atravesar el aire. Delgadas y carnosas veredas como arcos resbalan perdiéndose en el redondeado vértigo de ánfora de las uvas, así la brisa sobre las aguas. El cristal de lo invisible, separa. Pero es cristal, ahí la flecha se detiene y regresa a la cóncava curva del origen. Desde donde te miro. El día se abre, cuerpo azul, desnuda la mar, envuelta en la húmeda y resbaladiza desnudez de la luz. El salitre enreda al musgo con las musicales ondas de la marea que arrullan la orilla. Inconmensurable olor a ti, a la magia de ti, que dibuja la curvatura del todo. Se eleva la silueta del deseo preso en su libertad. En el altar de la entrega, desde los pies descalzos, que rozan la caricia en la arena, tensando la curva y delicada cuerda que une la raíz a la materia, hasta la cabellera de fuego atada al viento, ascienden, lujuriosos, por las concavidades planetarias de tus formas, todos mis cantos. Invisibles. Impalpables. Como cantos de pájaros. Como el roce de la seda con los recuerdos. Del silencio con los anhelos. Tengo motivos para buscarte. Infinitos motivos para solo buscarte. Y cada madrugada, desnudo bajo la bóveda de la infinita nada, volveré a vivir para volver a buscarte. Desde aquí, desde mis palabras disecadas en la escritura, que náufragas intentan no ahogarse, enredándose en las algas de tus costas, diciéndotelo con la voz callada del  enamorado. Me enamora tu existencia

quintín alonso méndez



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