y amo demasiado mis
plantas,
la luz y los olores que
envuelven la casa,
el sabor misceláneo del
aire ensalitrado,
júbilo y ebriedad de
los sentidos,
ven tú, mujer de los
abismos y los altos vuelos,
y quédate lo preciso
para hacernos eternos,
luego deja que los
caminos fluyan,
sabrán llevarnos por
los cauces de los encuentros
En la levedad de un
suspiro
se deposita la infinitud
del deseo,
me asomo a las horas de
la vida
para verte pasar,
como en neblina que
aturde
el aire se viste de sabores
afrutados,
late la distancia que
me abisma,
me regresa el rumor de los
besos desnudos,
llueve luz,
pájaros de agua vuelan
en los bosques de tu cuerpo
trepas por la piel de
mis huesos y te enredas en mis sentidos,
vas ocupando una a una las
regiones de los deseos,
desde el efímero roce
frágil de la mirada
que estremece como
caricia,
al desvarío cósmico de
los sueños
que se desparraman en
uvas negras.
Retando a la vida, desafiando
a la muerte.
Nada más aquí, en esta
placentera sombra
bajo ruinas, abandonos
y palmeras,
rodeado de guaidiles y
muros de piedra,
donde como gigantesca enredadera
me creces
y riges y turbas mis
sentidos
Las palabras son
bloques de cantera, muros de piedra,
son amapolas,
margaritas en el prado verde,
riscos rasgando el aire,
olas de océanos en los
desiertos, el arma de la pobreza,
surcos hechos por el
arado, veredas azules entre las estrellas,
entre quien lee y quien
escribe está la distancia de un abismo
que rebosa secretos
nunca escritos, nunca leídos,
en un encuentro los
silencios acercan, las palabras alejan,
¡no decir nunca la
esencia de la palabra, su origen mineral,
su masa madre, la
materia de donde venimos!
Acecha el enemigo de
las palabras, busca la pócima mágica
para encarcelar al
mundo, enmudecerlo,
¡ay, quisieran matar el
verbo, la invencible arma!
Mis palabras saben
resistir, rebelarse contra lo inmundo,
algún día me leerás,
sepultarás el abismo,
descubrirás la fórmula mágica
para tender el puente
y doblegar al poder que
oprime
Caminan descalzas,
empobrecidas aguas secas
por donde era la lluvia
en primavera,
empobrecido, camino descalzo
por las piedras del destino
y me saludan sonrisas
como se saluda a un
banco de piedra de la plaza,
saben que las amo desde
mi distancia que se aleja,
y sonríen porque hay
pájaros y cervezas del mediodía
y tardes que semejan
eternidades cálidas, imperecederas,
noches dulces,
olvidadas las heridas, expuestas afuera al sereno,
y también se alejan, a
lo más cercano,
por donde se acerca lo
que florece con zapatos nuevos,
pero yo insisto
mientras pueda, camino descalzo
por las piedras del
destino, y se muestran y me miran,
y me regalan por un
instante sus sonrisas, sus miradas,
y con los ojos me dicen
pletóricas, ufanas de la vida
aunque muchas veces les
duela, que aún hay lluvias de primavera,
por eso insisto
mientras pueda, y camino descalzo por las piedras
queriendo verlas,
recibir la lluvia fresca de sus miradas,
sabiendo yo y sabiendo
ellas que el ámbito de mi destino es amarlas
Tu libertad no camina
por mis prisiones,
se eleva por encima de
los espíritus pobres,
yo me asomo al recodo
del camino
a ver tu vuelo,
con las alas desplegadas
de tus brazos desnudos
rasgas el azul como un
beso rasga las vestiduras,
inventas el aire, sus
sabores marinos,
me surge de lugares y
tiempos remotos
ánimo de romper rejas,
ilusa huérfana ilusión de tener
alas para volar
la desnudez de tus
vuelos
mirándonos a los ojos después
de las palabras deshechas, deshojadas en polen,
que se abrieron en
atmósferas de aromas y sabores de dimensiones desconocidas,
entre tú y yo se posó un
silencio sin tiempos, un fuego húmedo, un sopor,
pero una fuerza
magnética, de un mundo ajeno, inexplorado, nos movió, nos trajo.
Nuestros ojos, nuestras
respiraciones, nuestros latidos, nuestros cuerpos
rozándose,
una fuerza magnética de
un mundo ajeno, inexplorado, nos desnudó, nos llevó,
no estábamos en este
mundo
