martes, 31 de marzo de 2015




De «Las cuerdas del violín», libro de poemas

Versos

Versos que miran por la ventana
quizás entristecidos
viendo el alboroto de las gaviotas
en su ritual amoroso sobre las olas
versos que se me van
de entre los labios mordidos por el salitre
de entre los dedos que arañan el aire
dejándome en los ojos lágrimas de sal
quizás una tristeza
quizás un aleteo de alas
versos que se me van

para ti vuelan


                          Quintín Alonso Méndez         

sábado, 28 de marzo de 2015




De «Las cuerdas del violín», libro de poemas

ABISMO


Esa luz lejana que el desvarío del ojo
confunde con tierra firme
no es más que el ánima que vaga errante
abandonada por lo que no será.
¿Acaso fue algo alguna vez,
tuvo voz ese silencio que se ahoga
en la oscuridad,
fue joven en alguna parte del tiempo
la vejez que perdió los recuerdos?
O siempre fue lejanía,
certeza del abandono
porque fue origen sin espacio

El vacío es un llano interminable,
ahí reside su abismo,

en la horizontal ausencia de la palabra


                                  Quintín Alonso Méndez

jueves, 26 de marzo de 2015



    Del libro de poemas
         «Las cuerdas del violín»

Después de siglos, hoy no hace viento
no me lo creo
extiendo las manos en el invisible
aire de la azotea
no existe el temblor
miro el paisaje
extrañamente quieto
intento respirar
¿al fin habré muerto?


(no deja de aullar el viento,
eterno)


                                           Quintín Alonso Méndez

lunes, 23 de marzo de 2015



Del libro de poemas
                                «Las cuerdas del violín»

A diario descubre los nidos, deshojándolos
con las alas libres de sus dedos
y le regala los pájaros a la vida
dándole vuelo a la luz,
le caen como hebras de un sol reluciente 
sobre los hombros que ya quisieran estar desnudos
ser rodando por arenales y selvas
la ladera que resbala
hasta la gruta donde nacen las raíces del agua
allí el sol es luna, ave nocturna
que crea las islas de los sueños
y donde palpitan destinos de libélulas
en los cielos del amor que no volaré.
A diario le regala los pájaros al día
regalo que a veces veo deshojarse
por estar donde no debiera,
viéndola pasar caminando por las nubes del camino,
empequeñecido ante la suelta de las cometas
que invaden la brisa.
Le regala la luz dorada al desapacible día gris
con desgarros de vientos fríos
y le regala la luz dorada
al día azul que trepa por el aire ensoñador
buscando sus labios


                                                  Quintín Alonso Méndez

domingo, 22 de marzo de 2015



Del libro de poemas
                                 «Las cuerdas del violín»

De una de las ramas del árbol de los sonidos
brotan menudos brotes de notas sueltas
que el venir del despiadado aire frío del noroeste
los desprenden y caen como esa menuda nieve
de un invierno que se acerca o se aleja.
Soledad de árbol, desnudos y desprotegidos
los silencios en sus ramas sin hojas.
Mañana ha de venir un sol que rompa las piedras
o un gajo de luna que agriete las venas
del árbol del aire.

Mañana será tarde


                                                   Quintín Alonso Méndez

jueves, 19 de marzo de 2015



De el libro de poemas
                                     «Las cuerdas del violín»

Cuerdas rotas se balancean
en el aire limpio
de los olvidos
improbables sostienen
la materia
de un cuerpo
sin alma



                                                   Quintín Alonso Méndez

martes, 17 de marzo de 2015



Del libro de poemas
                                  «Las cuerdas del violín»

Es en la tarde apacible de un sol dulce de abejas
--se estira marzo, alarga su cuello de cisne negro--,
que me siento a sentir cómo es la estancia de quien no espera,
 como esa dócil vejez agradecida, renqueante, que se saca al patio
cuando los lagartos se tienden sobre las piedras. La brisa también es pereza.
 No hay tiempos pasados ni tiempos futuros. Quizás no hay tiempos.
Creo que estoy en ese momento absurdo en que ninguna dolencia me duele.
O no importa el dolor del antes de venir ni el de cuando entre en casa
--a la flor del avellano le sobra espacio para acoger la inmensidad del mundo.
Cuando cierre la puerta, dejarán de existir los pájaros, las gaviotas, la luz.
No sé sabe qué habrá cuando vuelva a caminar el tiempo. Ahora es aquí.
Tiempo que puede cristalizarse, ser patio. Impasible vejez y ser patio.
Quedarme en estas tierras de nadie. Morirme como se mueren las abejas

       

                                                   Quintín Alonso Méndez


viernes, 13 de marzo de 2015



Del libro de poemas
                                  «Las cuerdas del violín»


Es de falso oro el atardecer,
desemboca en la oscuridad,
en el falso oro negro

del infinito abandono


                                                      Quintín Alonso Méndez


domingo, 8 de marzo de 2015


De «Las cuerdas del violín»

CALIMA


Mágico el vuelo de la arena
que le da la materia del cristal al aire
su color de ave a la luz del pleno día
deposita picos de pájaros en los ojos
finas láminas aceradas en los pulmones
agrieta los labios
ahuyenta los besos
extiende por la casa
por los libros por los objetos
su piel de playa ligera sin mar
difumina al sol y lo transforma en luna
desvanece lo que separa:
la cuchilla ingrata del horizonte
pero todo lo disgrega
el planeta del paisaje
es la curva trayectoria
de las pequeñas partículas
del cometa de las tristezas

se envuelve la locura
en un viento seco
que taladra los rincones



                                                Quintín Alonso Méndez

martes, 3 de marzo de 2015




De «Las cuerdas del violín», libro de poemas

Las cinco de la tarde entrando marzo
es una hora que no se sabe
si es de revolución muerta
o de pájaros resucitando.
Si me demoro un poco
abro otra cerveza
y lío varios cigarros,
serán           
o ya son
las seis de la tarde,
pero sigue siendo una hora incierta
con más bullicio de gaviotas
más apegado al sabor de la tierra
el color de lo que se va
pero hora que no sabe
si quiere quedarse
o irse al horizonte
a rescatar el barco fantasma
que no encuentra puerto.
La pereza es el opio de la muerte
pero qué lánguida se tiende
en la tarde de marzo
las cinco las seis de la tarde,
trae recuerdos
pero trae lujuriosos racimos
hinchados de tristeza.
Aquí, bajo mi frente,
a las siete de la tarde,
gotea la memoria callada
el simple agitarse de una paloma
atrapada por el cernícalo

caen plumas
posándose en los párpados,
gotas de sangre en los labios


                                          Quintín Alonso Méndez