jueves, 17 de agosto de 2017

Canto Último

Canto LXXXIX

Los infinitos poemas que puedan caber en mi canto último, para ti. Canto que abarca desde la raíz del origen a la puerta abierta del destino. Los poemas tallados en la escritura y los infinitos poemas invisibles, los más carnales, los impuros. Los que se insinúan debajo de la sedosa tela de las palabras ocultas. Incansables e invencibles. Ávidos siempre de las hebras del agua enraizadas en el musgo más íntimo. Los inviernos son inesperados. De pronto, los ojos de la lechuza me dirán estás enfermo y el adiós, como cada adiós, será el sordo derrumbe inesperado, la plenitud del frío silencio. La inexplicable sensación de pisar en el vacío. Del no regreso. Aun así, desde sus colgantes y lejanas colmenas, los poemas seguirán destilando su esencia para ti. Uvas doradas por tu sol somnoliento. Enfermedad que proviene de la insistencia de la sed. Así insisten las gotas del rocío en tus labios. En cada amanecer brota, con los colores intensos de la palidez, en la yerba, en las aristas de las montañas, en la costa, en los rumores del mar, un desnudo te echo de menos. Una flor negra de buenas noches en cada anochecer. En la escritura busco lo que no existe, y así ofrecerte lo único, lo mágico que no necesita de palabras 

                                                                     quintín alonso méndez

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