Así acaba "El nombre lo pones tú", novela
posdata
Esta mañana me has entregado
la novela, o lo que sea, como lo quieras llamar, «toma», me dijiste. Está
atardeciendo y no he parado hasta terminarla. ¿Qué has hecho? Me gusta. Parece
un cuento de hadas. Me gusta. Está lleno de agua.
Nada más terminarla, me quedé
con una sensación extraña, no sé, como entre nubes, me levanté y fui en tu
busca, allí estabas, con la mirada perdida en el horizonte, dejando que las
alas azules de las mariposas de tu cigarro dibujaran en el aire los versos que
se te escapan, pero que a mí me llegan y yo te leo.
__Me gusta __te dije __, es
extraña, pero me gusta.
«La vida es extraña», me
dijiste, «y es hermosa».
__¿Y qué nombre le vas a
poner?
«El nombre lo pones tú».
Me sonreí. Me incliné hacia
ti. Te besé las alas de las mariposas azules. Te besé. Y antes de irme, me
volví y te pregunté, le pregunté a tu espalda, «¿y si le pongo el nombre de la niña que vamos a tener?».
Sí, me dijiste, y vi tu voz dulce, dulce, ascender, envuelta en las alas azules de las
mariposas. Era una libélula.
Me sonreí
Quintín Alonso Méndez
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