sábado, 7 de septiembre de 2013



                                      de "La historia del zapatito", novela




  Seguí yendo a la cafetería de los dos faroles a la entrada --no es verdad, no hay faroles a la entrada, pero necesito escabullir datos, manipularlos, no me gustaría nada que le ocurriese algo malo a mis inexistentes fuentes de información. No sé por qué, o sí lo sé, pero seguía yendo, varias veces a la semana, quizás era por el vaho con sabor a fresas que sentía en el rostro al entrar y salir del local. Dentro, olía a perfumes caros y ropa nueva. Los camareros y yo ya éramos viejos conocidos, se jactaban de sus amistades de las alturas y yo les seguía el juego, decían nombres y apellidos que no había oído nunca, con la naturalidad de que ¿quién no los conocía?, yo asentía, sonreía, tomaba datos, los almacenaba en mi memoria selectiva, cada uno en su archivo, empresarios, concejales --en concejales incluía todos los políticos, curiosamente emparentados, formaban un árbol genealógico muy especial, bien condensado, macizo, indestructible entre ellos, familias políticas, nunca mejor dicho, se intercambian en parejas, tríos, cama redondas, como cromos, todo con tal de no romper ningún eslabón--, técnicos, corredores de bolsa, abogados, curas --no pongo jueces porque son palabras mayores, de juzgado--, oportunistas, vividores --aquí entraban también todos los que estaban en el archivo de concejales--, y el archivo más numeroso, donde entraba la larga lista, una caterva cada vez más numerosa de empleados sumisos, graduados escolares por la gracia de dios, aduladores, nocivos, peligrosos, voluntarios al servicio de la tierra patria. Sacaban pecho mis dos camareros cuando hablaban de la fiesta aquella o de la otra, del chalé de fulanito y del hotelito rural cerca de la costa, entre plataneras y olor a sexo caro bien depilado de favores caros, de intrigas. Hacía siglos que ya no tenía motivos de asombro para las náuseas. Pero me estaban volviendo. Olas gigantes, como en los sueños.

                                               Quintín Alonso Méndez




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