sábado, 28 de diciembre de 2013




Se me han perdido los versos que te nombraban, versos que eran olas náufragas que querían navegarte las largas horas de las tardes ausentes de abrazos. Eran versos que se quedaban aislados, prendidos al paisaje de tus ojos, eran niños huérfanos descalzos caminando tristes por donde tú no estás. Eran versos o eran palabras que querían hablarte, estar contigo a solas mientras tú buscaras esa dulzura que aún te araña en los labios. Eran versos o ya eran pérdidas antes de empezar a encontrarte.

            Eran versos o eran sueños que no tenían a dónde ir, que pasaron a verte y se perdieron o se quedaron desnudos solos en la noche que nadie viene a visitar


Es mejor, para los que no tenemos sitios y si acaso estamos llenos de desalojos, la hora de la madrugada, esa hora del frío caminando despierto, despabilado, por los callejones, el humo azul del cigarro quemando el aire, haciéndolo trizas, las pardelas escribiendo el verso
caído
del adiós, esa ventana a oscuras, entreabierta, que parpadea, donde laten susurros de sábanas arrugadas, esa hora donde caben todas las horas, que te dice que más allá no hay más horas, si acaso un amanecer helado, desalojado. Sí, para morir es mejor la hora de la madrugada


                                                        Quintín Alonso Méndez

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