martes, 10 de diciembre de 2013




          Del libro de poemas "Versos caídos"

El dolor no se rompe, es duro como el fuego, frágil como el agua.
Se amasa a la piel, creando otra piel 

seis nidos


            El perro escarba en el suelo de tierra, el gato se va detrás de la luz, tú te miras en el espejo, donde escondes tus secretos y esas caricias que te muerden, esas caricias que quieres morder. Cuando me miras, estás mirando un recuerdo. Cruzas la noche descalza para no hacer ruido, para no despertar a los niños del sueño: aún no sabes que los habitantes del frío no duermen.
            Pero los que esperan, escarbando en la nada, te protegen: puede que un día te equivoques de puerta, o necesites un abrazo que sea un manojo de deseos.
            Con delicadeza, cuando vuelves de la batalla, dejas tu otro cuerpo dentro del espejo, y el perro escarbando en el suelo de tierra, en la cama vacía, donde no hay nada, sólo un calor fugaz que tú le prestas a cambio de otro silencio, el gato detrás de la luz, huyendo de la rabia

siete nidos


            Si vieras cómo picotean los pájaros aquí dentro, entre los pajullos, si lo vieras, si acercaras tu oído al corazón de los pajullos, si vieras los picos incrustándose en la carne de la sed, desgajando los recuerdos, los sueños muertos, haciendo hilachas de las palabras que se quedaron dormidas, esas palabras que habrían cambiado el mundo si hubieran sido pronunciadas, despreciando las otras palabras, las enfermas, las que fueron pronunciadas y cambiaron el mundo.
            Si vieras cómo se esconden las culebras aquí dentro, huyendo de las garras de mis aves carroñeras, sus picos sajándome las vísceras, pariéndome úlceras que vomito como gritos ciegos por la boca. Un amasijo de gusanos, babosas, sapos, chapoteando en estas aguas empozadas aquí dentro, alimento para las crías que paren los sueños rotos, descuartizados, muertos.
            Si vieras cómo corren aquí dentro, hundiéndose en la oscuridad, los versos
caídos
que no quieren ser escritos, refugiándose bajo las alas de los insectos verdes, azules, hinchados de sangre turbia, espesa, mía. Se pudren en la humedad que crean las sombras, los miedos, estos miedos que no conozco pero que van y vienen, desbaratando los senderos de luz que quedan encendidos.
            Así van creciendo mis nidos


                                                        Quintín Alonso Méndez


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