Del libro de poemas "Versos caídos"
El dolor no se rompe, es duro como el fuego, frágil como el
agua.
Se amasa a la piel, creando otra piel
seis
nidos
El perro
escarba en el suelo de tierra, el gato se va detrás de la luz, tú te miras en
el espejo, donde escondes tus secretos y esas caricias que te muerden, esas
caricias que quieres morder. Cuando me miras, estás mirando un recuerdo. Cruzas
la noche descalza para no hacer ruido, para no despertar a los niños del sueño:
aún no sabes que los habitantes del frío no duermen.
Pero los que
esperan, escarbando en la nada, te protegen: puede que un día te equivoques de
puerta, o necesites un abrazo que sea un manojo de deseos.
Con
delicadeza, cuando vuelves de la batalla, dejas tu otro cuerpo dentro del
espejo, y el perro escarbando en el suelo de tierra, en la cama vacía, donde no
hay nada, sólo un calor fugaz que tú le prestas a cambio de otro silencio, el
gato detrás de la luz, huyendo de la rabia
siete
nidos
Si vieras
cómo picotean los pájaros aquí dentro, entre los pajullos, si lo vieras, si
acercaras tu oído al corazón de los pajullos, si vieras los picos incrustándose
en la carne de la sed, desgajando los recuerdos, los sueños muertos, haciendo
hilachas de las palabras que se quedaron dormidas, esas palabras que habrían
cambiado el mundo si hubieran sido pronunciadas, despreciando las otras
palabras, las enfermas, las que fueron pronunciadas y cambiaron el mundo.
Si vieras
cómo se esconden las culebras aquí dentro, huyendo de las garras de mis aves
carroñeras, sus picos sajándome las vísceras, pariéndome úlceras que vomito como
gritos ciegos por la boca. Un amasijo de gusanos, babosas, sapos, chapoteando
en estas aguas empozadas aquí dentro, alimento para las crías que paren los
sueños rotos, descuartizados, muertos.
Si vieras
cómo corren aquí dentro, hundiéndose en la oscuridad, los versos
caídos
que no quieren ser escritos, refugiándose bajo las alas de
los insectos verdes, azules, hinchados de sangre turbia, espesa, mía. Se pudren
en la humedad que crean las sombras, los miedos, estos miedos que no conozco
pero que van y vienen, desbaratando los senderos de luz que quedan encendidos.
Así van
creciendo mis nidos
Quintín Alonso Méndez
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