viernes, 31 de enero de 2014




El regreso



Voy a salir, y lo más probable es que conociéndome lo poco que me conozco, me pierda y no sepa encontrar el camino de regreso. No me preocupa eso, aparte de que pienso y siento que el regreso está ahí afuera, lo encontraré adentrándome en la oscuridad que desconozco; el miedo se vendrá conmigo y nada más. Sé del frío de la soledad y para cubrirme no llevo más que la voluntad del indefenso. Seré débil y seré torpe, no sé si cada uno de los tropiezos implicará hundirme un poco más, aún así, aunque sea arrastrándome, muerto de frío y de miedo, seguiré avanzando, persiguiendo, persiguiéndome, aunque sólo encuentre la muerte, voy a salir.

¿A dónde voy?, qué importa, si ni siquiera sé dónde estoy, no hay que saberlo, me dejaré llevar por las voces calladas de las incontables estrellas, extensiones de hilos luminosos de la Estrella única, sólo las diosas saben dónde están y adónde van. No existirá el destino, pero sí existe la nada. O puede que mi destino sea el del perpetuo iluso perseguidor, pero desde una tarde de septiembre, creo que fue una tarde de sol, pero un sol distinto de transparente, extraña y dulcemente único, sé que lo que persigo tiene cuerpo, y antes de reconocerlo ya lo presentiría donde me encuentre con él, con el cuerpo de la vida.    

Escribiré en el agua de lluvia de los aguaceros, en las tablas viejas y vencidas de los viejos puentes, en los brazos deslavazados de los temporales, en cada silencio triste, en cada tristeza silenciosa, en la tierra polvorienta, rojiza, que hace sangrar los ojos, en las miradas nostálgicas, perdidas, en los labios de las derrotas, en los charcos embarrados, en el ala rota de la tórtola, en los pechos de la noche, escribiré sin saber que escribo, en el atardecer de los violetas, escribiré días enteros sentado junto a un perro abandonado, en los ojos sabios de un gato, escribiré palabras que no llegarán a puerto, y si llegan, heridas y atrapadas en las redes de un viejo pescador, quizás encuentren unas manos que les den el único alivio, una caricia dulce para el último suspiro, lo prometo, mientras pueda, escribiré, voy a salir, dejo la puerta abierta


                                                   
                                                        Quintín Alonso Méndez

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