Ella
No camina,
simplemente pisa por el aire,
son gestos que la brisa le rapta a su
paso,
por eso la brisa tiene alas
y le cuelgan hebras de algas.
Cuando habla, enmudecen los pájaros,
o son todos los pájaros bebiendo en
sus labios,
dicen que por eso es la leyenda de la
vereda del sol,
por donde picotean roces,
ascendiendo, las libélulas,
trenzas de oro que vuelan, esa miel
de su boca.
Sentada a tu lado, le explica al
mundo la existencia,
sus manos se mueven y crean el paisaje, la atmósfera,
te habla del tiempo sin decirte nada,
inventa la vida,
la estancia, te enhebra las horas en
la piel, como estacas,
con esas agujas dulces que tiene la ausencia
cuando se vaya.
Tiene la mirada que tenían los sueños
de la niñez,
mitad búsqueda interminable, mitad abrazo
de agua,
te mira y entonces los árboles bajan a
la yerba,
gimen como gaviotas partidas sobre las
olas,
te mira y sabes que estás en el vértigo
del mundo.
Te hablo de lo que se deshace entre las
manos,
un siglo de polen metido dentro de la
caja de un instante,
esa mujer que te trajo la vida para justamente
llevársela,
así puedo escribirlo, una razón suficiente
para haber nacido,
esa única batalla llevada a la dulce muerte,
te hablo de ella
Foto: Jorge García
Quintín Alonso Méndez
No hay comentarios:
Publicar un comentario