martes, 28 de enero de 2014




Ella


No camina,
simplemente pisa por el aire,
son gestos que la brisa le rapta a su paso,
por eso la brisa tiene alas
y le cuelgan hebras de algas.
Cuando habla, enmudecen los pájaros,
o son todos los pájaros bebiendo en sus labios,
dicen que por eso es la leyenda de la vereda del sol,
por donde picotean roces, ascendiendo, las libélulas,
trenzas de oro que vuelan, esa miel de su boca.
Sentada a tu lado, le explica al mundo la existencia,
sus manos se mueven  y crean el paisaje, la atmósfera,
te habla del tiempo sin decirte nada, inventa la vida,
la estancia, te enhebra las horas en la piel, como estacas,
con esas agujas dulces que tiene la ausencia cuando se vaya.
Tiene la mirada que tenían los sueños de la niñez,
mitad búsqueda interminable, mitad abrazo de agua,
te mira y entonces los árboles bajan a la yerba,
gimen como gaviotas partidas sobre las olas,
te mira y sabes que estás en el vértigo del mundo.
Te hablo de lo que se deshace entre las manos,
un siglo de polen metido dentro de la caja de un instante,
esa mujer que te trajo la vida para justamente llevársela,
así puedo escribirlo, una razón suficiente para haber nacido,
esa única batalla llevada a la dulce muerte, te hablo de ella





Foto: Jorge García

Quintín Alonso Méndez

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