sábado, 11 de enero de 2014




El poema es tu cuerpo

Cuando surgen las palabras
de la hondura blanca y ciega,
el poema es tu cuerpo,
es por eso que palpo
pétalos de violetas de África
en el papel.
Animal viejo y ciego
pero rastreador
hiendo con la dentadura ciega
de mis dedos de mis labios
la carne de las palabras,
de ahí sale la savia sangre
que vierto en los surcos de tu piel.

Me pierdo por entre los escombros,
me fijo en la más leve textura de una letra,
miro sus heridas expuestas al sol,
las que son más grandes que todas las letras juntas,
piso sobre las piedras resbaladizas,
me hago de nada para llegarle al corazón a la nada,
muerdo en la raíz para que la raíz me muerda,
jugué a morirme si no vivía, y no fue un juego,
fue mi primera y única voluntad,
se lo dije a la luz al verte,
ahora juego a los desescombros, y no es un juego,
hurgo en la humedad de la tierra,
mordisqueo de las hebras del atardecer,
beso luciérnagas, parpadeos de luciérnagas,
detrás del agua, dentro del cristal,
me quito los zapatos del único domingo
y camino descalzo por tus muslos,
por el musgo inmaterial de los deseos,
por esa pared del hambre inmortal,
voy al lienzo en blanco ciego del papel
voy con la gata, hablamos, me guía,
ella está contigo, ella está conmigo,
mi mano tiembla pero rasga,
las letras de tu nombre sajan la piel del papel,
la estremecen,
brillan como estrellas,
la desangran,
el poema es tu cuerpo,
no puede tener más alas un cuerpo
que un cuerpo sin jaulas,
y no me importa irme a lo más triste,
estancarme en lo más triste,
si te escribo y así me siento un poco acompañado,
es como estar sentados a una mesa,
hablando de nuestras cosas,
¿no tuviste esa misma sensación la primera vez,
que cuando estamos juntos
el tiempo se echa a correr?
El poema es tu cuerpo,
he de escribirlo para que estés aquí,
por muy lejos que estés,
es como estar sentados a una mesa,
hablando de nuestras cosas




Quintín Alonso Méndez

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