martes, 7 de enero de 2014


                      Cuentos incompletos


Cuando oscurece por la mañana, es que no he sabido cambiarle el rumbo a mis fracasos. Ahora he de ir solitario, recomponiendo las piezas, o al menos, aprender a caminar con piezas rotas, otras perdidas al descuido, otras sin usar y de las que nunca sabré su utilidad, como libros sin leer.
Cuando oscurece y se hace la noche, es que no he sabido mantener en pie al día, he dejado que se vaya sin haber avanzado un solo paso en dirección norte, o es que por la vereda la yerba, las piedras, las ramas de los árboles me hablan y me ponen en mi sitio, aquí mismo, enterrándome a mí mismo por no haber tenido valor para vivir


Oigo una canción que en alguna parte ella estará oyendo, con el lápiz que juguetea en los labios y moviendo los labios como parpadeos o roces entre las aguas de la música y los sueños que se le desprenden y hace que la mano vuele a enredarse en su pelo.
Oímos la misma canción que lleva al mismo mar, a la misma costa, a la misma realidad  



Te llamo para decirte que te llamo para oírte, almacenar algunos ramos de tu risa, tantear en tu voz como si fueran mis labios picoteando en tus labios, aprehenderme a algunas palabras tuyas, que no sé si te he dicho que para sí son esos troncos de madera a los que me agarro en mi deriva de altamar


                                                          Quintín Alonso Méndez

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