Del libro de poemas "Versos caídos"
Todos los
grises están en este amanecer tempranero. Gris de silencio, gris de rumores de
marea larga, gris de bajura, gris de largas esperas que no esperan nada, que
esperan y esperan, esperas largas, de abril o de noviembre, gris subiendo por
los muslos del agua, del aire, gris resbalándose, enredándose en el musgo, en
el vientre oscuro del musgo, gris que muerde el cuello, los pezones de las
tardes, gris del hambre, gris de dónde estás, gris que se posa en la carne y se
enciende y se abre.
Gris pintado
de brisa, de no hay nada, de no hay nadie
Foto: Jorge García
Escribo la ruindad de estas horas que no quieren tenderse en
la noche y cerrar los ojos, que se van detrás del humo que dibuja de nubes agoreras
el techo de la oscuridad. Escribo la ruindad de estas horas gigantes como el
pasado, en cada gota de tiempo un dolor, una suavidad de dolor que alimenta
miedos, a veces pánicos, derrotas, heridas de roces que apenas iniciaron el
vuelo, rostros tristes que buscan la mar, rostros con una suavidad inaudita de pérdida
en la mirada. Escribo la ruindad de estas horas amarradas como racimos como
dedos como trampas como palabras que no quieren callarse, horas que son años
nocturnos, años amontonándose y amontonándose y desvariando el cuerpo, tejiendo
vacíos, recuerdos, encuentros, recuerdos, tu nombre, tus gestos
Quintín Alonso Méndez
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