Del libro de poemas "El edén de Salomé"
Foto: Jorge García
Día a día me voy despidiendo un poco,
paso a paso, como si fuera cierto, porque es incrédulo e ingenuo el mortal ante
la noticia o la llegada de la muerte, aunque se la palpe, como se le va
palpando la piel sedosa a cada día que nace, cada vez con más certeza, más
sintiendo en la piel que se seca el roce de su seda, creciendo el sentido de lo
invisible cuando los demás sentidos se van muriendo, apagándose. Me despido
sobre todo de lo que no viví y de lo que malamente viví. Es importante que
sepas que hoy es un día de lluvia con viento, un día de otoño que ha bajado de
los bosques, trayendo puesto sobre sus hombros el amplio pañuelo de la neblina y
que le cubre el cuerpo hasta donde le asoman los pies descalzos que pisan los
charcos. Es frío de montañas. En el suelo, la humedad tiene huellas borradas y
el aire difuminado, grisáceo, tiene pájaros grises. Es importante que sepas que
hoy lo invisible es más visible que ayer, que las risas de los niños sólo son
espíritus de ecos que vienen desde plazas lejanas. Es importante que sepas que
está tranquila la espera, no alborota ni va mostrándose por los bares o las
calles, se aparta de los ruidos y las voces y los besos, se sienta a solas a
escribirte a pesar de que los renglones sigan en blanco, incrédulos o ingenuos,
creyéndose que las palabras son así, transparentes. De lo que viví, de esa poca
infinitud que viví, no me despido, se viene conmigo
en poco tiempo ya sólo seré esa
fotografía quieta, inmóvil, que irá cogiendo el color de las cosas viejas,
pretéritas
Foto: Jorge García
Quintín Alonso Méndez
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