lunes, 25 de noviembre de 2013


      Del libro de poemas "El edén de Salomé"

                                                              Foto: Jorge García

Día a día me voy despidiendo un poco, paso a paso, como si fuera cierto, porque es incrédulo e ingenuo el mortal ante la noticia o la llegada de la muerte, aunque se la palpe, como se le va palpando la piel sedosa a cada día que nace, cada vez con más certeza, más sintiendo en la piel que se seca el roce de su seda, creciendo el sentido de lo invisible cuando los demás sentidos se van muriendo, apagándose. Me despido sobre todo de lo que no viví y de lo que malamente viví. Es importante que sepas que hoy es un día de lluvia con viento, un día de otoño que ha bajado de los bosques, trayendo puesto sobre sus hombros el amplio pañuelo de la neblina y que le cubre el cuerpo hasta donde le asoman los pies descalzos que pisan los charcos. Es frío de montañas. En el suelo, la humedad tiene huellas borradas y el aire difuminado, grisáceo, tiene pájaros grises. Es importante que sepas que hoy lo invisible es más visible que ayer, que las risas de los niños sólo son espíritus de ecos que vienen desde plazas lejanas. Es importante que sepas que está tranquila la espera, no alborota ni va mostrándose por los bares o las calles, se aparta de los ruidos y las voces y los besos, se sienta a solas a escribirte a pesar de que los renglones sigan en blanco, incrédulos o ingenuos, creyéndose que las palabras son así, transparentes. De lo que viví, de esa poca infinitud que viví, no me despido, se viene conmigo

en poco tiempo ya sólo seré esa fotografía quieta, inmóvil, que irá cogiendo el color de las cosas viejas, pretéritas


   
                                Foto: Jorge García

                                                            Quintín Alonso Méndez
   

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