martes, 18 de febrero de 2014

                                                               Foto:Jorge garcía


Ella


Ella lleva al silencio como aureola cuando camina, pero ese silencio lleva palabras prendidas que llaman a batallas, a cruces de palabras que no necesitan ser pronunciadas, a las miradas que buscan por las calles un recuerdo descarrilado o un después cálido, sentados a la tibieza de una mesa y un café, subiendo una escalera con roces de manos que huyen del frío, envueltos en una canción que susurra tristezas por las paredes de las soledades, un recuerdo o un deseado después que sea recuerdo tarde, lo más tarde que pueda ser el sonido hueco, dejando el vacío, de una puerta al cerrarse, aunque duela y maltrate como sólo puede hacerlo un deseo con alas, por donde las sábanas llevaban en su piel azúcar de labios y que ahí respiran, quietas en la espera. Ella lleva al silencio como aureola cuando camina, lo pasea por las aceras, y ninguna mirada alcanza a verle dentro de los ojos esas heridas que el silencio cuida y protege, lleva al silencio en sus manos, en la delgadez de sus dedos, y cuando parte se lleva los mismos silencios y otra herida que nadie verá cuando la miren con la mirada del deseo. Ella habla y entonces sus labios son dos alas que no vuelan, que están posadas en la atalaya desde la que se vislumbran los horizontes que se fueron y los horizontes que no están, que no vinieron. Sólo viene lo que está, dice la brisa que le aletea en los labios.
Ella lleva al silencio como aureola cuando se desnuda, pero ese silencio lleva palabras que ardieron y que arden en paisajes que sólo el silencio sabe. Ella es risa y es esa tarde que viene y se va con el atardecer, donde las lágrimas es la orilla que se extiende alargada y que recorro a diario mientras cae la noche, con el único deseo de borrarlas y se conviertan en el agua de las mareas de la vida feliz que la espera.
Ella se lleva el silencio y lo posa en las ventanas de su vida nueva, mientras aquí la noche me cierra los ojos y en un sueño veré una vereda abriéndose violácea sobre las aguas por donde una niña y una mujer se alejan cogidas de la mano

                                                              Foto: Jorge García

                                                 Quintín Alonso Méndez


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