lunes, 10 de febrero de 2014



Amor


No amo. No amé. Nunca tuve la voluntad de amar.
No son ciertas estas rasgaduras que me desangran
ni ciertas son mis muertes por llegar tarde, la espalda perdiéndose en la oscuridad.
Nunca tuve el valor de tirar abajo las murallas, de dejarlas caer empujadas por la brisa,
por el férreo tesón de la mirada más dulce; estas ruinas no son reales,
son sólo migajas de los esqueletos de los pájaros que se acercaron al derrumbe.
Mis palabras que se abren en alas no son sinceras, nunca lo fueron,
se las he robado hebra a hebra a los cadáveres del amor, a la luz de los ojos,
a las ingenuas esperanzas de vivir, a las orillas débiles, desprotegidas del viento y el sol.
En ningún momento me propuse desnudarme, darme entero, ilusionado,
saltar al abismo, enredarme en las espirales de la gran sed, deshojarme en la miel.
No existió la voz deshaciéndose en la boca, la mano en la otra mano, no existe
la llamada insistente, no existe el nombre que agita el aire, rompiéndolo.
No es de verdad, no mata, esta tristeza que yo me busqué por no saber luchar.
No existo. No estoy. No amo, no es cierto que muera de amor



                                                     Quintín Alonso Méndez


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