La escritura
He de caminar por la página en blanco
como camino por tu cuerpo, y he de estarme en ella como me quedo cuando me
siento a mirar tu alma, quedarme en la página, recorriéndote, bebiendo y
respirando de mirarte, sentir en la brisa los aleteos de las hojas que se
desprenden de los árboles y que flotan en el aire silueteando tus pasos, camino
que camino ahora, no cuando te caminaba, entonces era la página en blanco, el
milagro de la luz, de la existencia, camino que a diario recorro, muy despacio,
con miedo a pisar alguna hebra del día y que su gemido de instante triste
asuste a la libélula que dibuja tu aura y les haga remontar vuelo a las
mariposas que vuelan en los jardines de tu vientre, esas mariposas que
descienden de tus dunas de dulce leche y suben por las trenzas de algas de tus
muslos, muy despacio paso por cada hebra del día, con mi torpe cautela, para no
molestarte, así camino, así caminaré por cada hoja en blanco, sé que iluso,
pero pretendiendo veredas apacibles cubiertas por enredaderas por las que
quizás pasees alguna tarde y quizás así me recuerdes, recuerdes aquella otra
tarde donde tus dedos se enredaron en mí para siempre, veredas que lo más
probable no llegarán a ser más que pobres surcos donde la tierra seca a la
espera de la lluvia, no recibirá más que semillas de aisladas palabras que
quieren plantarse, germinar y llegarte. A cada hebra del día le robaré el hilo
de un verso que, aunque doliente, palpite de vida, sabré tenderlo y
alimentarlo, darle las palabras necesarias para que se crea volador, vuele, y
se pose en los árboles de tus parques. He de caminar por la página en blanco
como camino por tu cuerpo, y he de estarme en ella como cuando me siento a
mirar tu alma, así son, así serán todas mis páginas, hebra a hebra iré tejiendo
los días, que son tuyos aunque no estés, y aunque estuvieras y estás y siempre estarás,
la isla a la deriva sabrá adónde llevarme y el tiempo sabrá llevarte mis mundos
de papel, en tus manos cobrarán vida, entonces abrirán los ojos y aprenderán a mirar
más allá de donde mis ojos miran, entonces sabrán qué sentido puede tener el novivir
Foto: Jorge García
Quintín Alonso Méndez
Tus palabras hacen mis días
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