sábado, 1 de noviembre de 2014




De «Últimas notas»

La inexistencia


Fui habitante de una casa,
una choza, una cabaña hecha de piedras robadas a la arena
y con techo de barro antiguo de cuando llovían lágrimas y pirámides,
en pleno desierto,
un cactus, una serpiente, un escorpión bajo la sombra de la única roca.
Allí me quedé.
No tuve orígenes, no tendré ramas que se abran y se extiendan.
Moré la casa que ya no existe, que nadie conoció.
Fui mundo y no se sabrá. Fui nada, el silencio, el viento, las tempestades lo saben.
Abrí la puerta, las ventanas, de nada valió porque las abrí de cara al desierto,
al más vacío de los vacíos., donde únicamente palpita la sed.
No tuve casa. No habité ninguna presencia. Negué la vida.
No nací para vivir, nací para morirme.
Desde la soledad fría del origen
ascienden las columnas marmóreas de la noche
se hunden en las aguas oscuras
bajo las estrellas


                                               Quintín Alonso Méndez

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