miércoles, 5 de noviembre de 2014




De «Últimas notas»

La vida

Me piden que escriba sobre la vida.
Puedo decir que la he visto, que ha estado en casa.
Conocidos de los bares, acompañantes anónimos de las perras de vino,
de las calles sin esquinas, sabedores de las enfermedades carnales del alma,
me dicen que la insistencia pertinaz de las fiebres produce espejismos,
algo así como lluvias que no quieren irse y que siempre añorándolas,
un oasis rebosante de verdes y de atardeceres líquidos, violáceos,
metido en medio de la completa decadencia de un esférico mundo desértico.
Los creo y no los creo. Me emborracho con ellos, con los sabios vividores,
santos maestros del arte de vivir, de coger el mundo por los cuernos,
que pintan, en cada noche afilada por el hambre, gajos de azules lunas
en los cristales de las copas resbaladizas, estalladas contra el suelo,
caídas como lluvias, tan fugaces las estrellas que no da tiempo a pedir el deseo,
delirios de arañas negras trepando por los telares del agua.   
Pero puedo decir que la he visto, que ha estado en casa, la vida,
tan de vida vestida, o tan desnuda, tan dispuesta a dar sin dar nada,
tan ella, la vida, subida al escenario, encaramada en las estanterías
del inventario. Si conociera el entramado de una estación de trenes,
la gran telaraña de sus vías, diría que eso es la vida. Y que ha estado en casa,
y que la vi, o puede que haya sido la muerte, que vino, inmensa, ¡tan viva!,
que ha venido a verterme en los labios gotas de miel,
la última voluntad de un condenado a escribir sobre la vida,
sin que pueda tocarla, sin que pueda siquiera escribir sobre ella


                                             Quintín Alonso Méndez



1 comentario: