lunes, 17 de noviembre de 2014




De «Últimas notas»


A solas bajo el laurel

Siempre llega la hora
del castigo
de lo no tenido
por no luchado,
horca implacable
en el ala justiciera
de la conciencia.
Qué importa la tristeza,
el derrumbe sin remedio
y sin brotes que la sostenga,
hay naves desplegando velas
en las espuma de las olas,
gaviotas y pájaros de agua entre las rocas.
Aquí se va a llorar al barranco
cuando se descubre que no hay cosechas
porque no hubo siembra.
O se va a morir desangrado
en las trincheras,
destino del amor ciego.
Igual término le espera al camino
decapitado en sombras
al que siempre le llega
la misma última hora,
hora que llega pronto
porque pronta es la noche
que se alarga en más noche.
Dulcemente duele esa sonrisa dulce
que te mira en un regalo,
es brisa dulce
de agua amarga que se agradece
cuando se caen al suelo
los últimos sueños,
y de esa sonrisa sabes,
dolor que no se queja,
que llora para adentro,
yéndose,
que tiene vuelos
a los que nunca llegarás
y a los que nunca llegaste,
sonrisa que aletea
desde los tejados
de una mirada infinita
dulcemente
mortal
de dulce mujer



                          Quintín Alonso Méndez           

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