jueves, 11 de febrero de 2016


                                   El último sueño de un viejo

Sostienes en tus brazos a un muerto. Eso sientes, eso percibes, hueles la muerte, mi muerte, por eso el instante se romperá, ya cruje en tus brazos, hará aguas, pacífico se hundirá con el derrumbe. Te muestro mi locura y así todas las ventanas del cuerpo se cierran, para siempre, un instante infinito de ventanas abiertas, descueradas por los vientos y las soledades de los vientos. Un instante que, apenas se duerme, ya está despierto, buscándote, me muestras un átomo de tu poder de bruja, entras en mi habitación más ciega, hermética, ves mi muerte, callas, presientes y palpas el tamaño del dolor, me quitas las cadenas, ya innecesarias, le quitas el volumen a la casa, su masa amorfa, los objetos pierden su imán, aunque cada objeto sea un silencio oculto con vida propia, muchos yacen inamovibles, inadvertidos, en las alturas de sus nichos, ¿los miras?, son como libros, son olvidos, esqueletos de otros tiempos. Me pertenece todo lo que no he vivido, me alegrea este frío de osamenta, las manos frías, cómo no frías, sin ningún calor que les dé calor, pero por encima de todo, sin ninguna necesidad ni deseo de que otra mano le dé calor. ¿Sabré soportar la tortura de no saberte? Nunca he creído en la pureza de las cosas. Sólo creí en el instante y este instante será destrozado por el mayor de los destrozos: la vergüenza de no tener nada que el derrumbe pueda destrozarme: estás a salvo, justamente estás a salvo: eres este instante y vuelas, ya no puedes dejar de volar, vuelo y escritura en el mismo vuelo, en la misma distancia, ya te amas, ya eres tú, con todos tus bagajes y todas tus ilusiones intactas, reencarnadas: del vuelo tú te diriges al vuelo, al gran y verdadero vuelo, yo, del vuelo me dirijo al derrumbe, cierta la desgraciada equivocación del horario del tiempo. Bruja del demonio, este instante eres tú.
Sabes desde tiempos inmemoriales, tuyos, que las hormigas se abastecen de las piedras más pequeñas y más pisoteadas del camino, de los hilos de agua que desprende la ternura de una niñez, de las espinas soberbias, firmes, que le brotan a las ilusiones. No, no puedo hablar de las ilusiones, nunca las he tenido y nunca me hice ilusiones. Te digo algo, cuando supe que iba a nacer para perder, fue cuando quise nacer, y no se puede perder si no existe, escritura falsa pero viva, un instante contigo o descontigo. El triunfo es la muerte, el desapego. La conozco, vengo de ella y voy a ella. Ya sabes que la vida es este instante que hay entre beso y beso, bajo una riada de besos.
__Quiero que me beses delante de todos, que sepan que estoy --¿por qué quieres suavizar, adecentarlo, mi desperdiciado paso por la escritura, por qué quieres que el beso sepa un poco a beso dulce de lengua con lengua lamiéndose? Entonces soy el invencible, el elegido, y te beso. El elegido para el instante cumbre, ese instante preciso, sajante, de la muerte en la que tu nombre será la última palabra que le dejaré a la vida, a todo lo que desconozco. Sí, fue así, te nombré, en voz alta, tres veces tres. Cambié el clima, cambié el jeito de la luna, cambié de sitio la ubicación del territorio que habitará la nada, y ahora sin mí la vida tendrá menos importancia, dejará de importarme lo que quise de la vida, todo lo que no quise, pero el clima cambió, como si de pronto el clima también hubiese dejado de existir, planicie de clima, todo planicie, quizás ausencias de climas, con los sobresaltos bruscos normales por culpa del abismo que se extiende abanicador y ocupa la naturalidad de lo que no puede entenderse, un sencillo ejercicio de ensayo sobre la existencial inexistencia, las mentiras que el miedo se inventa. Le cambié las ocupaciones a los pensamientos, los pensamientos a las desubicadas desocupaciones. Le cambié los pensamientos a las distancias que se alejan, las no distancias a los pensamientos, ¡bendita soledad, estado perfecto de la vida que va a morirse! Escribo para que nunca me entiendan y me ignoren los esclavos y vendidos servidores del poder.
__Ven aquí…--y me acerco, ¡oh, otra vez el juego de las palabras, de los infortunios afortunados, mi acercamiento a ti alejándome, o mi distanciamiento yendo hacia ti, y ya te desnudo, ya me invade tu esencia, ya me sacude el alma el regalo de la mentira! Son las flores de la sed, espejismos para la inmortal secura, tan pobre, tan mortal el agua que golpea como piedras. Tan seca la esperanza. Tan esperanzada la locura. La sed de las flores.
Quintín Alonso Méndez


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