jueves, 31 de marzo de 2016


                                   El último sueño de un viejo




   Entre el vuelo y el derrumbe hay un instante que se quiebra frágil bajo el peso de los días, y cada día es una distancia que se aleja y aleja los latidos del instante

Al mismo tiempo que la mudez y el vuelo, es el derrumbe

   
el derrumbe

Aún habrá un instante, después del instante, en que parecerá flotar el instante, incrédulo o aún con la sangre caliente y líquida como un río deslizándose pendiente abajo, y como si fuese ajeno el lívido el verdadero el último chasquido. Pero instante que se quedará en la escritura hasta la última letra de la última palabra que escriba. Como una fotografía. Envejecerá la fotografía, el mundo, la impresión de que todo se aleja y se pierde en la borrosidad del tiempo, pero no la historia, esta historia, que permanecerá impasible en la escritura, aunque se hunda en el origen, en la mudez. ¿Llegará a ser vista o leída por alguien? Qué importa eso. Será el derrumbe pero será mi silencio, desde donde se eleva hermoso material y sobrenatural tu vuelo. Será todo como ha de ser. Implacable será el devenir del derrumbamiento. No volveré a saber de ti, pero los pájaros, la libélula, la noche infinita, la luz de los mediodías, la lechuza, los grillos, el viento y la lluvia, me traerán noticias. Pondré mis dedos en tus sienes cuando te duela un dolor, seré más oscuro silencio apartado cuando el corazón te brille, hagas brillar el aire que te rodee, y toda tú luminosa palpites de vida, dándole brillo al mundo que te rodee y te comparta. Caminaré a tu lado sin que lo sepas ni lo sientas, sin caminar ninguno de tus caminos, sin invadir tus posesiones, tus risas, tus lágrimas, tus vivencias, sin importunar siquiera la más pequeña de tus alegrías de hogares y convivencias, el sonido pajaril de tu risa. El loco ya no se escapará a llamarte en pleno temporal de invierno en las madrugadas. No tenías por qué saberlo, pero el loco dejó de vivir, en pleno vuelo. Se lanzó al abismo. No volverá a asustarte. Yo, tampoco. No usurparé su lugar, no sabría, aparte de que no dejará de visitarme en mis noches en blanco, se sentará a mi lado y se pondrá a hablar solo, a comentar jocoso mi forma pobre y ridícula de escribir, de comportarme, lo conozco bien, pero no me sacará una palabra, no conseguirá que me revuelva y rompa mi promesa, aunque dejaré que venga a visitarme, me traerá recuerdos, y será triste pero conmovedora, lo sé y lo sabes, su forma insólitamente humana de recordarte, y eso sí conseguirá, sacarme las lágrimas. Nos seguiremos acompañando aunque los dos estemos muertos.

Quintín Alonso Méndez

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