jueves, 9 de julio de 2015


Escriturasfugaces



Mientras escribía, --trazaba pardelas con cada palabra
y pintaba el arco de la solemne mentira de cada instante,
era con la tinta que surge de las heridas más calladas--,
pasó un silencio por la noche.
La mirada fija de la lechuza rompe ese silencio,
como si las sábanas escritas de las palabras se agrietaran.
Es el latido de la penumbra, que tiene pasos y camina,
busca plazas con sol, gajos de naranjas en los labios.
Adiós barquitos de papel, les decía a las palomas desde la azotea.
Adiós les digo a los barcos que pasan por la noche como palomas.
Es tiempo detenido atado firme al anclaje de las horas sin rumbo.
Hasta el alba, ese súbito debilitarse de lo oscuro, esa agonía de la luz
que viene de lejos, de la raíz de las cosas que no tienen historia.
Nadie sabe más del peso de la nada que el verso destinado
al camino solitario. Así son estos versos, caminando al olvido

                                                            
                                                        Quintín Alonso Méndez

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