miércoles, 1 de octubre de 2014



Octubre


La soledad camina, la vida entierra caminos, borrando las huellas. Al nacer, fui adiós. Crecí apenas, me mató la gran risa de la gran luz. Ahí va, risueña, feliz, de la mano de su hija: «te voy a enseñar un lugar», le dice. Nunca hace calor en esta parálisis de planetas. Tampoco hace frío. La distancia es así. Sin un sol que la guíe. Me gusta esta tarde, que invitará luego a las estrellas a caerse. No sé nada, le digo a la pared firme del aire. Hablo con mis muertos y no con la gente que me rodea, que deambula por ahí. Aprendí que todo está escrito. Seguirán escribiendo los dioses, lo que le dicten o signen las diosas. La tristeza suele venir sin que se pueda saber de dónde ni por qué. Muchas veces la trae unos de esos días que parecen ausentes, distraídos, metidos en sábanas grises con la brisa desangelada. No se sabe por qué la tristeza viene y se posa, sin querer irse, se arropa en el abrazo inmenso de la nada, apoya la cabeza en el cristal y deja que la mirada se ponga a hurgar en el horizonte las figuras de algodón. Los recuerdos vienen, pero no son más que olas de aire envejecido, apagado, que pasan de largo y se extienden a lo lejos, cubriendo las pocas palabras que aún sobreviven entre la yerba. Son pájaros sin alas, le digo a este silencio que se ha apoderado de la casa. Mi rumbo no se comparte. No hablo ninguna lengua humana. Nunca has hablado conmigo, mi voz únicamente te decía recortes de periódicos, titulares de prensa, miraba a lo alto y decía, viendo el rebaño de ovejas, todas agrupadas, «va a llover», y no decía cuándo, pero eso era todo, o asentir a lo que imaginaba tus palabras, porque mis oídos no dan para más: se han ido apagando, metidos en la sordera del mundo. «En este lugar fui feliz», le dice a la niña, que mira sorprendida, adonde la madre, una isla despedazada por los temporales, encallada en un rincón olvidado de la playa. La soledad baja por el camino solitario, y la vida viene detrás, borrando las huellas


                                                    Quintín Alonso Méndez


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