lunes, 27 de octubre de 2014



De «Últimas notas»

No la nombro

Te digo no la nombres, no la nombres, no precipites la catástrofe,
deja a la muerte que venga así, como si fueran olas
de una marea larga de un día eternamente apacible,
infeliz la paloma, que nunca verá al águila,
eterna la marea aunque de pronto sea la sublime hacha
vertical descendiendo, sajando la ola,
desmenuzando en espumas la eternidad,
y entonces no la nombras, y dices ella, y ella es el espacio de un cielo azul,
y es el cielo que sajante estalla en un aguacero
y es el derrumbe,
esa pequeña y diamantina gota de rocío
que se queda en la rosa hasta el atardecer,
para cuando sea el vertical hachazo de la noche,
eternamente apacible


                                                  Quintín Alonso Méndez

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