sábado, 6 de enero de 2018

La Prosa (35)


¿Qué recuerdos se inventa la memoria y cuáles oculta? Tengo conciencia voluble y lealtad de isla. Los climas me cambian los ánimos y mis ánimos cambian el clima, en eso soy un dios. Día sorprendente. Y compadre me sorprende: hoy tiene clima de luz, ni una sola lata de conserva al final de la barra, que brilla pulida como recién estrenada: y más me sorprende: me habla de la «sobrina» del cura. Quiere contratarla, «la casa necesita las manos de una mujer», pero en la mirada que me evita veo mucho más que manos, «lo que necesita tu casa es que la cuides, se te está cayendo encima», «precisamente a eso me refiero»; a compadre le ha entrado la fiebre del miedo, de la soledad, y mayormente no tiene cura, y eso me asusta, me recuerdo lo que soy. Solo hacemos trascendentes los fracasos, los triunfos son cuestión de suerte y son fugaces, es la filosofía que compartimos compadre y yo desde los primeros sarpullidos, pero compadre ahora tiene fiebre, y lo curioso o extraño es que me parece bien, aunque le ponga cara de reproche, sobre el mostrador la visión de un confesionario a oscuras, «saca la botella de caña, anda», le digo. Terminamos hablando del mar, que se nos está muriendo envenenado, como todo el planeta, «tenemos la gran suerte de ser pueblo», poco a poco la venta se va llenando de luz blanca, del color del aguardiente. «Explíqueme eso, maestro», le pido, poniendo voz seria, adulta, responsable. Abre los brazos que sorprendentes vencen la gravedad, como plumas de pájaros inexistentes, pero no, luego caen, pesados como fardos, es el triunfo de la debilidad, de lo más fuerte, el triunfo de los sentidos. Todo dicho. «Hace mucho que no nos emborrachamos, carajo, qué mejor día que éste», la marea de la botella de caña sigue bajando, luz apacible, cálida, buena para los huesos, casi me atrevería a decir que luz de momento feliz. Esa mujer ha entrado con buen pie en «nuestro» mundo, muy pocas han tenido el privilegio de pertenecer a nuestras utópicas borracheras, de ser las destinatarias de nuestro homenaje eufórico. Hoy me toca a mí acompañarlo en su «luna de alcohol», alguna vez le tocó a compadre soportarme y llevarme a rastras hasta casa, pero mis borracheras eran trágicas, ésta es solemne, religiosa; sí, es luz de momento feliz. Y la pienso.
La resaca no es tan religiosa. Blasfema. La costa amenaza con despedazarse con las olas y mi cabeza contra las rocas frías del alcohol. Hoy es mañana de versos derrotados, despatarrados por entre los charcos, agonizando en la arena. Creo que no aprenderé, pero pienso en compadre y eso como acto reflejo –eco de lo que se aleja-- me lleva a pensar en ella. La entiendo más que nunca. Me alejo de mí, mi propio olor me da náuseas, olor ácido y olor a gasolina que más me marea. Detrás de los ojos fijos en mí, del color del mar musgoso de Gato, veo los oscuros ojos vacíos de la muerte, fijos en mí, acechando a la presa.

quintín alonso méndez




No hay comentarios:

Publicar un comentario