lunes, 1 de diciembre de 2014




De «Últimas notas»

La hora

¿Puede ser ésta la hora del silencio
que se hable sin decir nada,
una astilla insignificante del tiempo
y por ello descartada,
como se descartan los teoremas
sin importancia?
Nadie en casa
y nadie afuera, en las calles
del deshielo de la sangre:
sólo corre agua sucia
manchada en el fango,
por las veredas secas
que un día albergaron la vida verde.
¿Es la hora definitiva de cerrar la puerta,
ponerle el candado de tumba,
depósito para la herrumbre,
hora más tímida que el instante
aquél mínimo del verso que huyó
porque escribirlo era la eternidad?
Serán mentira las palabras del después
y falsas las lágrimas porque lloverá
para levantarle el cadáver al olor de la tierra
y desbaratar en el aire desmembrado
las ramas de las soledades.
No será el frío, será lo que quede
cuando pase el temporal
y los escombros no se sepa lo que eran.
De tanto llevar la fuente al cántaro
se romperá el agua,
dice el beso frustrado.
¿Es ésta la hora, la que martillea
sobre el pulso que ya no tiembla,
ese instante fiero del rayo
que atraviesa el ala del pájaro,
la palidez misma posada
en la blanca sábana?
Cuando la muerte se pregunta
si hubo un mar alguna vez,
un océano, un charco de sal,
una lástima porque la orilla estaba
en la palma de la mano.  
¿Por qué lloran los niños

que no van a nacer?

                         Quintín Alonso Méndez

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