miércoles, 24 de diciembre de 2014





De «Últimas notas»

El círculo regresa

No se sabe si la tristeza
es tan delicadamente callada
como dicen las horas calimosas
que gotean arena en la tarde,
pero así ruedan las piedras abandonándose
y es otro el día que se pierde
enredado con las sombras enarenadas,
enterrándose en la yerba.
Tampoco se sabe
si la tristeza se sabe ocultar entre la niebla
y pasar como pasan los recuerdos descalzos:
puro olvido, voz muda dentro del agua,
pero así pasa, sin el cuerpo, sin la materia del alma.
A nadie le importa el mundo que no sea el propio mundo,
nadie va a bajar las escaleras y sentarse a tu lado
(o sí, y juegas porque sabes de esa puerta siempre abierta),
en lo más alto de la espalda duele el frío que encorva,
bajo los pies gimen agonizantes los gritos que se callaron,
en estos mis ojos la niebla dibuja siglos de tristeza
¡qué importa esta mansa tristeza, si ahí quieta, ignorada!
¡Que no se muevan los cánticos de la guitarra ni se reaviven las promesas,
que permanezca ardorosamente cobarde el miedo mientras sea la entrega!
¡Ay, que no sea el asombro, el asomo áspero del dolor,
¡que gima el gemido!, que no vengan los hilos del embrujo
a menearle a su antojo los caminos al futuro, desramándolo!
¡Que se quede ahí quieta la tristeza, en su medida de bajura,
que ahí arriba brille la luz cómoda, la femenina conquista!


(Es un frío placentero y agradable, de calcetines a rayas,
eso se dice la mujer mientras, lúcidamente razonadas las veredas,
coge el atajo de los humedales que siempre la llevan de vuelta a casa)


                                                        Quintín Alonso Méndez




1 comentario:

  1. No podía leer silencios y vacíos dónde antes había pasión y calor por eso alentaba la llama para que no se apagara.

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