jueves, 12 de mayo de 2016

                     
                                   El último sueño de un viejo

Entonces, de golpe, será. Flecha y viento, frío viento, envarada flecha, origen y destino, roce sajando el aire y herida, arco y curvada recta, estela transparente de lo que solamente se intuye, silbido de lo que pasa, silenciosa la flecha que penetra y mata, perfecta, solo gemido, solo aire último expulsado, un nombre envuelto en sangrados pañuelos de seda, hola y adiós, de golpe será el adiós del hola, entonces tiempo sin espacio para el tiempo, espacio sin tiempo para el espacio, será entonces, viendo a los dos chiquillos jugando en la explanada con espadas de madera, espigas del sol, con fulgores, adiestrándose y midiéndose, dentro de la mirada, y mientras, los padres ahí, y ahí estarán, tan entretenidos con sus asuntos,  sabios, míralos a ellos, así, ya sin necesidad de entrelazar las manos, seguros y triunfadores, con sus sonrisitas lánguidas, cómplices y acomodados, hablando de sus cosas, de las de ninguno de los dos, de las individuales, separadas, aceptadas, cómodas, de cuando el individuo padre niño armaba el arma, el arco de una rama de tarajal, de una furtiva cama de hotel, despojados del cansancio de los días planos, no momentáneos, no sorprendentes, ahí la madre y ahí el supuesto padre, en la mesa de al lado, o será justo detrás de mí, y por eso los oiré más claramente, o tan lejanos que si cerrara los ojos y dejara que todo fluyera, llegaría a sentir que son reales, pues así, me ocurrirá así, de golpe, viendo jugar a los dos hermanos, empezando a medirse, a tantearse, a desafiarse, de golpe me ocurrirá, con un dolor triste o una tristeza dolorosa, herida de muerte, con lágrimas o sin lágrimas, no lo sabré, viendo a las dos alpispas picoteando en el suelo junto con las palomas, así de golpe me vendrá a los recuerdos el recuerdo de mis tres hijos, golpes de violines rotos con las cuerdas rotas en la alevosa noche, flores rotas.
Mi primer hijo:
__Si de algo me alegro es de no haber tenido un hijo tuyo.
Unos meses después, cosas del paisaje o de los buenos consejos de los amantes:
__No es verdad lo que te dije, sí me habría gustado tener un hijo tuyo.
Mi segundo hijo:
__¿Quedarme embarazada de ti, a estas alturas?, abortaría sin dudarlo. Ni me lo pensaría.
En la correntía del mismo tiempo me hablas de tu relación paralela con ese hombre, ese hombre oscuro como el azul más azul del África más negra, hermoso como un dios:
__Si me hubiese quedado preñada de él, y supiese que iba a ser niña, la habría tenido, sin dudarlo.
Mi tercer hijo, mi primera hija:
__Es que ni que estuviera loca, ¡qué va, qué va! –y tu melena abierta, desplegada salvaje y libre en el paisaje azul más azul, como una muralla cerrándome el paso--, ¿quedarme embarazada?, ni me lo pensaría, ¡vamos, sin dudarlo, ni que estuviera loca! Abortaría.
Apenas unos días después…:
__Lo que sí tengo claro es que no me moriré sin oír antes de la boca de la mirada de la sonrisa de una niña, un «hola, mamá».
Quintín Alonso Méndez 


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