jueves, 9 de abril de 2015




De «Las cuerdas del violín»

MI POESÍA


Mi poesía está por encima de los acantilados y sus brumas alzadas,
y tan abajo que ni las raíces, en su hundimiento de oscuridades, llegan,
entremedias juega a descalabrarse con los colores,
así se pierde, se despeña por los riscos de las soledades,
tálamos de helechos para los ebrios acordes,
cuerdas de violines rozadas por el arco de las abejas,
es la media tarde.
Bien lo sabe el águila, destrozadora de mis versos,
así se produce el viento entre celajes, herida seca y fría,
y bien lo saben las mórbidas lombrices más ciegas,
que de mis versos se alimentan palpando la carne,
entremedias se los beben como néctar las alas de la muerte,
es la noche más hambrienta.
Es el prístino destino imperturbable de mis poemas,
alimento insano pero único de los enviados al destierro,
ya sea inmóvil aéreo o subterráneo
o entremedias ahogándose deshonestos en los océanos.
De algo habrá valido mi terca estancia ignorada
en estas tierras en estos mares en estos aires.
Lo sabe el pájaro,
al que le abrí la jaula para que fuera asesinado,
un cernícalo, el manotazo certero de un gato,
la estúpida miseria del ser humano.
Lo sabe la humedad más lóbrega,
lo sabe porque húmeda es la madre de la tristeza,
húmeda de tan oscura enferma
la noche más solitaria.
Mi poesía no me pertenece, no la reconozco,
es otra trampa de los huéspedes del alma
que roen y roen y trituran hasta que el racimo cae,
desparramándose las uvas,
vino malnacido que nunca será,
manchas en las pencas que quisieron ser versos,
el tinte rojo de los labios que no besé,
la cochinilla que se posa en los labios,
que quiere escribir, morder la boca misma,
esa boca inexistente
como inexistencia voluntaria es la poesía
cuerpo sin materia
agujero negro que se tragó la luz 
mala sombra condenada a no vivir
para así tampoco morir y errar moribunda,
¡ah, mi poesía, mala noche interminable!,
es la mañana que no amanece




Quintín Alonso Méndez

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