viernes, 3 de abril de 2015




De «Las cuerdas del violín», libro de poemas

La mano tendida nunca estuvo
y sigue sin querer saber que ese murmullo
de vacío en el espacio siempre estuvo.
Aquél hombre amó tanto a esa mujer
de la que no recuerda su nombre
de la que no recuerda cómo era
que olvidó la vida, su origen primario,
ahora no sabe regresar,
no sabe encontrar el camino de vuelta
y allí está, apoyado en la esquina de la tarde
palidecen mortecinas las horas,
se mueve con ellas, a duras penas,
una música que suena a pies descalzos en los charcos
a violines sin cuerdas en los labios
ebrias las horas, ebrio el pulso de su corazón
gotea pus de sus grietas
«no dejaré que te acerques», le dice a la muerte
mientras la muerte se acerca
pero es esa mujer quien se lo está diciendo
desde alguna parte del mundo
donde la vida llamea.

La mano tendida nunca estuvo
y sigue sin querer saber que ese arrullo
del frío en sus brazos siempre estuvo



                                                Quintín Alonso Méndez

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