domingo, 18 de noviembre de 2018


Cartas de un vuelo eterno (III)



La botella de vino la copa / tarde dulcemente invernal de azules y grises
de viento tímido no acostumbrado a la intimidad de la quietud silenciosa
de uvas maceradas entre robles y olas gruesas ante este cortejo marino
el tabaco forma parte del rito del poema / es el humo que desprende la nostalgia
es el hálito de lo que palpita aquí sentado mientras atardece /será noche
no podré detenerla / se hundirá en sí misma / se hará uva resbalando por la tristeza
te escribo desde lo más alto de esta bajura de océano gimiendo / lo sabes
sabes cómo se diluye lo que se va a los huesos / es calma lenta de lo que se aleja
no creo que sepa escribirte el momento de la luz con la penumbra / vela alzada
rasgando el viento / rompiendo las cadenas de lo que no estuvo y quiere irse
«te escribo» es mi forma de apoyarme en la baranda / en un testigo que me dé fuerzas
tiene el vino el sabor de la madera / la amargura de la tierra / la lágrima del sexo
en lo alto el cernícalo / ah lo quieto ingrávido / me observa / cuida los versos
me dice que la muerte no tiene importancia / es solo el reflejo de lo que no fuimos
ah si fuese cierto el voluble desorden de la brisa cuando las cosas son así y no son ciertas
ah si fuese cierto el embrujo del instante en lo quieto / como el cernícalo / y entonces
cierto si fuese cierto / quieto en lo inquieto/ el instante de estarte en el beso / eterno beso



quintín alonso méndez

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