miércoles, 8 de junio de 2016


                                   El último sueño de un viejo

Releeré lo que no se podrá leer, las páginas que morirán olvidadas dentro de las llamas que devorarán lo que ya no tiene sentido ni marcha atrás, o el destino del desatino, de lo inentendible, la incomprensión de lo desatinado, el destino de lo incomprensible, la incredulidad que produce un estallido mortal, el quejido de la vida al morir, el destino de lo que murió sin haber vivido, páginas que nunca mostraron interés alguno por el barullo, ni siquiera por la calma del barullo, miradas cómplices que hacen suspirar a las aves del paraíso, miradas no a mis ojos, que no querrán recordar ni podrán, porque errantes y perdidos en la niebla mis ojos, nunca un dolor que vaya más allá del dolor de la nada, nunca un dolor que pretenda abrir las ventanas cerradas del cuerpo. Solo el dolor impuramente puro del dolor, del dolor único, invencible dolor que sabrá llevarme a la más nada, a la gran desmemoria, aunque pronuncie tu nombre como la última palabra, como la definitiva, la del origen, la de la magia del instante que no existió, que fue débil burbuja que estalló débil ante el golpe leve de la brisa que prometía acariciar. Creceré con las amapolas, bajo tierra. Todo beso que vislumbre me atraerá, me empujará al mundo de los no besos, me levantaré lentamente porque el tiempo pesa, y me alejaré sin mirar atrás, aunque se me quedará impregnada la esencia del beso, de todos los besos que no fueron, resumidos en esa instantánea pero inflexible mirada de la mujer, tu mirada, como diciéndome «a ver si aprendes». Me alejaré con las lágrimas de un salitre prohibido de un mar lejano que no me pertenece, ahí dejaré caer las lágrimas, sin mirarlas, dejándolas que se hundan en la tierra más yerma, en la estéril tierra por la que caminaré. Como flores secas.  
Perpleja y asustadiza la mirada infantil que se apaga, indiferente la del mundo, envolvente y al mismo tiempo distraída, en otro mundo el mundo, impasible, miradas las del mundo fuera del instante, miradas infantiles dentro del instante, pero ya percibiendo la niñez muerta, hablaré de lo que desconozco, de mí, ya percibiendo que muy afuera, tan afuera de mí, nunca me encontraré, hecho a la idea desde los primeros pasos de que nadie tendrá motivos para encontrarme, percibiendo la rotundidad de la nada, dentro y afuera, entrando y saliendo, como ecos huecos, invisibles rayos de un abanico sin colores, quizás con pasados, ya no lo recordaré, pero sin presentes nunca y siempre, sin futuros.
En el derrumbe, la noche es un bosque sin árboles, y en esa noche interminable las hadas me dirán que habita un verso en cada poro de tu piel. Se desvanecerá la memoria y seguiré escribiendo, escritura desbaratada, autómata, hasta que la mano se hunda en la desmemoria y quede paralizada. Un día, en tu mar, sentada en una roca, entre gaviotas y desnudos y sensuales olores, un viejo pescador te contará la historia de un niño viejo que se sentaba a su lado a verlo pescar, y que no quería que se muriesen los peces, «devuélvelos al mar», te dirá el viejo pescador que le decía el niño viejo, «¿y usted qué hacía?», le preguntarás al viejo, «liberarlos del anzuelo, y ponerlos en las manos del niño. El niño los depositaba sobre las aguas y los peces desaparecían mientras decía sonriente «ahora vuelan libres en las aguas». Solo sonreía en ese momento, eso lo recuerdo bien». Verás al viejo de pie afianzar las piernas encorvadas sobre la roca y tirar hacia atrás de la caña con tirones firmes y precisos, verás zangoloteando un hermoso pez colgado del anzuelo, brillando en la luz azul de la tarde, verás con qué cuidado el viejo pescador lo libera y lo deja de nuevo sobre las aguas, lo verás hundirse en las profundidades, volando libre, mar adentro, «¿y qué fue del niño?», le preguntarás al viejo pescador, «murió», te dirá, mirando hacia un punto fijo del mar, donde se hunde el sedal.
Quintín Alonso Méndez



5 comentarios:

  1. ¿ Quién es ese bombón?? Ganas dan de quererla.

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  2. La que no tiene nombre,innombrable,su musa será...

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  3. Chocolate. Cuando dos se quieren deben estar juntos.

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  4. A veces el amor duele tanto que se vuelve insuficiente, a veces toca devolver el pez al mar deseando su felicidad a pesar de quedarnos con el hueco de las manos ( corazón) vacío...

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  5. Aún devolviendolo el pez al mar sigue estando erido,ya no hay felicidad,solo tristeza y vacios...

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