Sencillas las palabras,
sencillos los versos, sencillo el poema.
Sencillo el diario de
tapas viejas, tiene mis años, los incontables,
los que se arraigaron y
me brotaron dentro y se hicieron viejos,
por cosas de los
temporales se llevaron los árboles, los frutos de los besos,
aquí, escuálido, sin
apenas hojas, sujetándose a las ramas secas, permanece.
Espera el verso, el
rayo verde del verso que lo ilumine de presencias.
Nada más bello, nada
más cierto que lo que fue presente. Nada más desierto.
Sencillez de las
palabras tejen el verso, lentamente crean la telaraña del poema,
telaraña a la inversa,
no aprisiona las alas, las libera, eterniza los momentos.
Palabras que se abren
en pétalos, adormecen las tristezas, las enmudecen,
con las uñas rotas,
desangrándose las ramas secas de las manos,
los dedos, heridos por
las astillas de los sueños muertos, escarban incansables,
crean la grieta por
donde la luz asoma y me deja verte
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