jueves, 20 de julio de 2017


Canto Último

Canto LXXIV

La tarde tenía los ojos metidos en el sol, tarde lenta como lento es el recorrido de los recuerdos que duelen, mecidos, a falta de la ausencia de la brisa, por las alas de esos sueños que precisamente amamos sobremanera porque no volverán, dulces como los años dañinos de la escuela, frescos y brillantemente verdosos como los saltos de las ranas entre las cañas, luminosos como las primeras muertes. A la tarde, al principio, la veía resbalarse y caer lentamente, paladeando la agonía, me llegaban olores del incienso y el hinojo, luego, precipitado precipicio, incendio al entrar en el mar, a plomo la veía dejándose caer sobre el impasible horizonte, fuerzas vencidas, caídos los brazos igual que las trenzas del musgo desmayadas sobre la arena, pensaba en ti viendo atardecer, pensaba en la riqueza de una mirada que nunca envejece y que siempre me acompañará, era una tarde tan insignificante y menuda como esta tarde, no valen de nada mis pensamientos, menos que nada valen mis sentimientos, soy espantapájaros y a veces, muy pocas veces, escondrijo, ejemplo referente como referencia de lo no aconsejable, de los sentimientos ajenos, desvarío porque a la orilla solo van a parar los desencuentros enajenados, y en la orilla, o en los desencuentros, siempre se encuentra lo que no fue, los encuentros se encuentran en otra parte, a escondidas, porque la vida es falsa y para vivir la verdadera vida hay que hacer rodeos, mentirle a la ejemplar y trabajadora vida de a diario: no me tocan esas furtivas suertes del desbordamiento, de la pasión anhelada, no me da el dinero para comprar escondrijos donde esconderme y saciarme. Me sacio de la nada. Canto último de la tarde, antes de oscurecer y de ponerse el vestido negro, para entrar en los aposentos de los silencios que nunca fueron acompañados. ¡Hasta el día feliz es una rutina cíclica! El ahora cada vez se aleja más del después. El mañana ya me lo sé, lo que no me sé es el hoy, te digo, mientras tú solo oyes tus quejidos de barca sin mar, de mar sin ti, en el escenario del césped las risas de los chiquillos acercan la vida al jardín, tus manos la rozan en la piel de la flor encarnada, miras hacia alguna parte, suspiras, hermoso el estilizado vuelo apacible de los violetas en el horizonte, el brillo afrodisíaco de los naranjos, y no sabes, no sabes que estás volando, dándote la vuelta, soltando tu sonrisa, regresando al destino de tu mundo     


quintín alonso méndez



No hay comentarios:

Publicar un comentario