martes, 6 de septiembre de 2016


La piel del verso



El mismo verso aunque sean incontables los versos
fabricando el arado que ha de surcar las tierras
las nubes el lecho de los sueños
el mismo verso hasta el cansancio y más allá del cansancio
 saltando el muro que fortifica el derrumbe
yéndose a los mundos de las idas y los regresos
el mismo verso que se vierte en los afluentes de todos los versos
el frío de la muerte es una hoguera
el verso devorado por las llamas del más frío invierno
y ya son las cenizas abriendo las grises alas
ya es el verso resbalando por la nuca del cisne
que se despeña por las lisas laderas del cuello estremecido
ah la lluvia que no regresa la lluvia de los besos del almendro
ah el apareo de las pardelas burlando las noches sin luna
el mismo verso cultivando estrellas en la noche más siniestra
en la noche más mortalmente apacible de olas negras
es el mismo verso que se escurre y se pierde buscándote
y regresa siempre origen de la tristeza porque origen del mundo
origen de este principio universal de la materia más ligera que el aire
regresa al regreso como la infancia que no deja de regresar aunque no vuelva
el verso que ya resbala por tus febriles caderas perdiéndose
buscando perderse queriendo perderse
hundirse donde perderse es encontrarse
paciente fabricando el arma invencible de la paz gimiente
la palabra
el acto amoroso sublime de escribirte y que leas el único verso
no tiene enredaderas a las que asirse
deja que como semilla el viento lo zarandee y lo lleve
el verso te quiero
morada desconocida que me acoges aunque mi yo nunca lo sepa
porque acoges al diluvio al desguazado verso
sentados los dos ante la calma de los silencios
tan desnudos tan desnudos como la ausencia


Quintín Alonso Méndez

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