viernes, 12 de junio de 2015



Escriturasfugaces


Hubiese querido ser y no ser muerte,
oír la voz de tus palabras
y morderlas,
una a una, como frutas de agua,
que cayeran en mi boca los sabores de todos los árboles,
gota a gota, limpia y transparente lujuria.
De tus palabras hubiese querido masticar la raíz de cada vocal,
la dureza mineral de cada consonante,
tallos tiernos y abridores del temblor,
morderlas,
morder las palabras desnudas, impúdicas en tu boca
abriéndose a la humedad del estremecimiento,
a la lasciva verdad de la verdad única.
El estremecimiento del árbol nace en tus labios.
Inventaste la brisa para que hasta aquí llegaran
las olas del deseo, agitadas por la voluptuosa sed del mar.
¿Cómo haces para que se estremezca
cada latido de mi vida?
Ha de ser la rebelde furia salvaje
de cada marea regresándote
llena la orilla de los naufragios de la ausencia


                                                         Quintín Alonso Méndez

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