sábado, 27 de junio de 2015



Escriturasfugaces


Donde es la tarde es la cueva ensimismada donde se refugia la desnuda nada. Invisible de transparente. Donde el aire tiene voces de animales perdidos y las alas son el símbolo de las soledades sin rumbo. Donde es la tarde y es tarde. ¿Conoces una tarde así, señalada por los vientos alisios, pero quietamente quieta en su aislamiento? No gustan las frases que se alargan, que se pierden en vericuetos inútiles, zaguanes solitarios de orines y gemidos oscuros. Gustan las frases cortas, hablar cansa y empequeñece la altura de las palabras. Frases cortas que den al hígado. Que sofoquen y a la vez traigan brisas. Como el ácido que se adueña de las plazas, las sonrisas, lo primeros deseos inexistentes porque ya olvidados, olvidados sus aromas y sus temblores. La vida ha olvidado el dolor de caminarla, ahora es el dolor de perderla. Donde es la tarde y es la pereza del desánimo. Con el color engañoso de la suavidad que será incendio antes de cerrar los ojos y ser la noche. Despeñándose los colores por el abismo del horizonte. Pero no dejará de ser la tarde, la alargada tarde desde aquella tarde, desde aquél gemido mineral, la gota de sangre en la piedra, la leve imborrable herida en la carne. Eso soy, donde es la tarde

  Quintín Alonso Méndez

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