martes, 12 de mayo de 2015



De  
               Las cuerdas del violín

Variación8


Cuando la tristeza resbala por los acantilados,
confundido el horario de las libélulas, horas venidas de otros tiempos
que se adhieren a las flores del agua, hay derrumbes sobre la costa.
Entre las piedras y las trenzas del musgo, ahí están las derrotas.
Un día estuvo la desnuda mujer que no quiso caminar a mi lado.
Hoy está la ausencia blandiendo su espada de frontera doliente,
el agua y la arena, separados por la fina hebra del silencio.
El silencio es frío dentro, adonde nadie llega. Frío que arde de fiebre.
Huellas de playa en los ojos negros de la añoranza que gime, oculta
en las maderas náufragas que sobrenadan, flotando sin esperanzas,
mecen cunas en las olas, reciben al sol con la blandura del abandono.
La línea blanca del horizonte confunde a los pájaros que se deshacen
en la ceniza del azul, caen al agua y del agua surgen con alas de salitre.
Baja música de besos por los escalones, racimos de besos en los labios,
que son bandadas de sueños en las caderas de la desnuda mujer alejándose.
En sus manos se alza la vida, luz que estalla en las flores abriéndose,
mientras aquí la tristeza resbala por los acantilados



                                                          Quintín Alonso Mñéndez

2 comentarios:

  1. aquí la tristeza resbala por las mejillas,

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  2. el poema es bello, la tristeza es bella, rodeada de acantilados, musgo, arena, playa, olas...y sin la mujer desnuda que rompa los silencios a cada rato.

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