miércoles, 6 de mayo de 2015



De 
           Las cuerdas del violín

Variación5


En los desnudos pechos de la mujer
le adiviné el arma a la tragedia,
arqueándose el leve gemido del suspiro,
cediendo la mordida ternura ante la caricia,
leche de luna en los dedos
que ofrecen el pezón a los labios,
súbita, en la neblina súbita, el temblor
de la boca aislada, para siempre aislada,
sol fierro que salpicaba en los ojos,
herida del salitre en la luz,
herida ebria de noches que se desangraban,
en esos desnudos pechos de la mujer,
donde la lluvia duerme y se alimenta,
yo vi la perfecta curva del ocaso,
la ascendente tristeza del amanecer,
vi el enramado estupor de la niebla,
la neblina incorpórea de la placidez,
en mis brazos tuve y vi la lenta muerte
de una pálida vida que quizás hubiese querido vivir,
si no fuera porque la noche llegó pronto,
antes de que amaneciera





                                                       Quintín Alonso Méndez 

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