Sin tregua, hagámonos el amor,
desangrémonos en la luz del agua,
crezcamos hacia la niñez del cuento,
respiremos besos, pájaros, flores, complicidades,
temblemos en la raíz trémula del
temblor,
vivamos los sueños, bebamos de las
olas,
del hinojo, del quejido como fruta de
los temblores,
sabiéndonos efímeros, inconmensurables,
rescatemos osados y lujuriosos y
traigamos de vuelta
el cielo a la tierra
Soy de la tierra mágica
donde isla
donde buscando tus costas
donde quedarme
Latido de la noche,
profundo en quietud de marea,
palpita y resbala por la arena,
arrullando en desnudez tu nombre
en plenitud del ámbito inabarcable
abierto en pétalos de piel ensalitrada
desprendidos de la piel del anhelo.
Latido de la noche me envuelve,
estremece la escritura que te nombra
en cada verso
en cada latido de la noche
Me paso horas, días, vidas enteras,
escribiendo sin hacer nada,
dejando que discurran los tiempos
porque no hay adónde ir,
solo leyendo en las lenguas
extranjeras del paisaje, mi mirada lo camina,
en las voces brujas de los climas que
susurran versos sin decir palabras,
arañando con mis ojos en el aire, en
busca de tu mirada de mar,
plácidamente, en medio de todas las
zozobras,
acostumbro sentarme a la sombra del
laurel, en el frío de la noche,
la soledad caminando a solas,
descalza, con solo silencios en su desabrigo,
escribiendo sin hacer nada, en la
inmensidad del latido que desprende la nada
Pájaros de viento son las nubes,
que parecen hebras del agua
deslavazándose.
Mañana bajarán a la tierra, a
zarandear
los silencios,
agitándolos como árboles de voces
heridas,
como calmas mal curadas del espanto,
como hojarascas de tristezas a la
deriva.
Parecerá que hayan venido para
quedarse,
pájaros de la locura encarcelando la
isla.
Traerán securas polvorientas
secando sueños,
celosamente los guardo en el verso,
oleaje sediento,
luna y viento y mi soñarte,
añorando tus pájaros de mar
Aquél hombre no tenía adónde ir, por
eso estaba en todas partes, invisible como un dios. Una vez estuvo en un lugar
donde no debía de estar y la sentencia fue firme. El destierro. Nunca más
podría estar donde crecen las flores. Se hizo a la mar y se perdió tierra
adentro, donde gobernaban la sed y los silencios. La sequedad era su mundo. El
mar en lo más lejano, como el horizonte, y la lluvia nunca llegaba al suelo. Su
destino era no dejar de caminar. Cierta vez, en las lejanías del tiempo, una
mujer lo saludó, no llegará a saber por qué, pero le dejó, en lo profundo de la
oscuridad, prendida una pequeña luz con la que lograba mirar y ver. Desde
entonces camina conmigo, aunque raramente nos hablemos
A aquél hombre, a este torpe aspirante
a viejo, no dejó de maravillarle y de asombrarse a diario por las menudas tan
inmensas luminosidades de la naturaleza, por sus criaturas deslumbrantes, desde
la libélula, la hormiga, la mariposa, la abeja, a sus océanos más profundos, a
sus cumbres más elevadas. Preso sin cadenas, libre de su tiempo, no tenía prisa
por no llegar a ninguna parte. Él esperaba pero nadie lo esperaba. Se tradujo en
fugacidad de la existencia, en esa eternidad que se queda, escribiendo quimeras
Estamos solos tú y yo, sentado ante
la barra de un bar que ya no existe, melodía de piano de mar entra por la
ventana, las imágenes navegan por dentro, adonde no llega la materia, solo la
tristeza, solo este sabor amargo, dulce y tierno, este saber que el tiempo no
se mueve y los años no se detienen. Me estoy yendo y el mundo se queda, esta
escritura que también se queda en nada, como yo será cenizas que viajarán por
el vacío. Siempre hemos estado solos tú y yo, sentado ante la barra de un bar
que ya no existe, música de mar entrando por la ventana crea la atmósfera
cálida precisa aislando el frío de las soledades,
como si esperándote
Ya sabes que hablo de ti, en cada gesto, en cada silencio,
en cada verso desvistiéndose en el papel,
esa piedra menuda que recojo en su soledad
y la añado en la repisa a mi bosque de piedras solitarias,
ese sol azul que a diario viene a casa instalando la luz de tus ojos,
esas pinceladas zobelianas que la tarde deposita como hilachas de nubes
sobre el horizonte, sabores de frutas de tus bosques esparciéndose en el aire,
resbalando hacia la noche, hacia donde en mis desvelos y en mis sueños te sueño,
caracolas en la costa vierten los rumores de mis versos desvistiéndose,
¡ah, desde los más oscuro te miran!, esas flores que me producen la ternura
como si roces de tus manos, esas sonrisas suaves de agua que desprenden besos
caminando las calles por las que mis sueños del querer verte caminan
Dentro de la noche,
a la escritura solo le llega como voz
callada
música susurrante de la marea. Sabe
llevarme y traerme
mientras la escritura se mece en
menudas olas negras
que estallan en la costa en arbórea luz
plateada de luna.
Me lleva a lugares donde nunca
estuve,
al lugar aquél donde la infancia se
enamoró del mar
y yo de tus ojos.
Y me trae, inevitable me trae de
vuelta a donde no estoy,
frente a la escritura, dentro de la
nada,
llegándome como rumor de tus labios la
música susurrante de la marea
Cuando escribo tu nombre en la
oscuridad vacía de la página
se produce la magia del paisaje abriéndose
como carnal flor
en estallido de luz,
infinitos abanicos de sensaciones
expanden su polen
y todo se convierte en vida que late
en su máxima esplendidez.
Escribo tu nombre y brota flor en el
desierto,
en pétalos se abren sonrisas por el
camino solitario de mis tristezas,
néctar de la uva donde la tierra seca
mana como agua de lluvia.
Cuando escribo tu nombre es como
mirarte,
cobran vida las palabras, toman
sentido los caminos de la existencia
Ya nada es como antes.
No llueve como antes.
No se hace verano como antes.
Antes, de cuando la pobreza era
honesta
y caminaba pobre por las calles
pisando adoquines y fango.
La brisa no es como antes,
de cuando azules y naranjas de
suavidades,
ahora arde por los vacíos callejones
sin gatos y sin pájaros
o se desborda en aguaceros
que se lleva el mundo por delante.
Ya nada es como antes,
ciego hubiese ido a tus labios, a
detener el tiempo
Los años van logrando que todo se
empobrezca,
así, en lo pobre, más libre, más
ligero,
el poema que vuela,
sin ataduras al suelo que falsamente
lo protejan,
sin esos ropajes absurdos que le
abundan al cuerpo,
peso inútil arrastrándose como pesadas
cadenas por la tierra,
¡pero, ah, gozosa terrenal lujuria
que me gobierna!,
aunque el cuerpo ya no me sostenga
El niño y la niña se quedan, sus
cuerpos envejecen
pero ellos se quedan en el patio
jugando a ser felices,
pero ahora solos, con sus olvidos, en
mundos lejanos,
el tiempo juega a separar las cosas,
la memoria va teniendo aromas de
palideces,
de recuerdos que apenas se recuerdan
pero que navegan,
permanecen, como barcas en la costa.
El niño y la niña, ya viejos,
sentados en la plaza,
desde lejos se miran, no se reconocen.
Solos en sus mundos, el tiempo juega
a separar las cosas,
desde lejos mirándose, navegando en
recuerdos débiles,
juegan a lo que fueron en un patio
con aromas felices
(Ahora, solo pero contigo, navego por
mis costas, contemplando los naufragios)
El desánimo nace y crece dentro, debilidad
de árbol sin la lluvia,
pero viene de fuera, un gesto, una
palabra, un silencio,
de ver lo que se mira, lo que el
humano ha destruido y destruye,
de su terquedad destructiva,
insaciable en su estupidez rancia.
Lentamente, pero sin detenerse, crece
como la yedra,
entra en los huesos, los debilita, astillándolos,
rompiéndolos. Entonces el espíritu se
entristece,
débiles, se les caen los brazos, como
racimos secos los ánimos.
Es cuando la soledad muestra su
rostro siniestro. Ya nada salva
(Te veo caminar alegre, sonriente,
por la acera de la otra orilla.
Mi tristeza se pone triste)
Se adjetiva la prosa mientras te
escribo desde la penumbra, madurándose los atardeceres, encendidas frutas
lejanas hundiéndose en el océano, te escribo como si cada instante de vida fuese
una flor carnosa, un pétalo de rosa rozando los labios, un suspiro de sol en el
agua,
se hace verso cada mirada que mira,
cada roce del aire en los dedos,
como de mariposas, alas menudas que
navegan por un tiempo débil y frágil
que se desgrana y se esparce como posándose
por donde sutiles y desnudas tus alas
navegan
Se desborda el atardecer con los
colores de todas las flores, de todas las frutas,
de todas las placideces,
se desborda con el sabor mágico del
salitre húmedo en los labios.
Euforia del espíritu, de mi cuerpo, de
este tiempo, mientras respiro
exuberancia del saberte
Ante la noche cubierta de estrellas,
abrazado a mi frío noctámbulo
bajo su bóveda infinita, ninguna
palabra,
ningún gesto de mariposas,
ningún rumor de mundos lejanos,
solo el murmullo de la marea
acariciando la brisa oscura,
sus brazos desnudos.
Sin testigos, vacío de pensamientos,
buceo en este silencio
de impenetrable océano sobre el mar.
Como si navegara por tus ojos
¿Dónde vernos, si es noche cerrada?
Te hago llegar mi sed de ti de la
única manera que sé, pobremente escribiéndote. Son infinitas de distantes las
distancias entre verte y verte. En ese espacio interminable, donde el tiempo es
espesura de silencios y soledades, navego por el sueño de encontrarte en uno de
esos días por los que divago errante, perdido sin la luminaria de tu presencia.
Las noches y los días discurren como sombras por los viejos muros de piedra del
tiempo, sonámbulos, llevados de la mano por la búsqueda interminable. Te pienso
mirando una flor, un pájaro, el vuelo de una gaviota, la música de la marea, la
luz del atardecer que desnuda se deja caer, derramándose en la piel del
paisaje, y con la voz rota te nombro, ¡ah, mujer, mi sed, fiebre de mis versos!,
como si besándote
Hoy soñaré. Salgo a los caminos del
mundo
Todo sueño tiene esa gran parte ilusa
de ilusión insuflando alas
y tiene alas mientras no sea abatido
por la flecha de la realidad,
esa cosa abstracta y difusa que se
lleva todo por delante.
Pero mientras, alimento al sueño a
que vuele y se crea carnal,
lo más cierto, lo realmente real. Así
es contigo, sueño por el que camino.
No necesita la palabra que lo
derribe, caerá por su propio peso,
no importa sea nuevamente el
desgarro, una muerte más a mis espaldas
aplastándome, royéndome los huesos,
las vísceras del cuerpo y el alma.
Porque mientras, en la carnalidad del
sueño, te vivo y me vivo.
En mi realidad
