Arpegioíntimo
Desconocida ausente cercana mujer,
este poema va a pertenecerte para siempre
porque voy a desnudarte despaciosa suavemente
como pétalos poro a poro de cada verso,
y así, cada vez que lo leas,
íntimo y lejano volveré a desnudarte.
Primeramente con las primeras letras abrir las
ventanas,
quitarte las cortinas de los ojos,
esa telaraña que habla de nieblas paseando por el
sol.
El violín sin cuerdas o con las cuerdas lánguidas
se asoma a la terraza,
un apenas roce en la excitada tela de la piel
y ya la sangre marca su huella de pájaro ascendente
por los resbaladizos muslos de la sed.
Sentir en esta parte del verso cómo se abren las trémulas
desconocidas ausentes cercanas carnes y se ofrecen
a lo que será enterrado más tarde.
Gimen las palomas desnudas,
te orinan cálidas en los extendidos muslos abiertos,
morbosamente abiertos
al desparrame de las aguas
líquida miel hija de la espesa lava.
Separarte los helechos mientras aquí resbala el
verso,
apartar una oscura hebra húmeda del sueño,
separar el sueño de cualquier hebra que no escarbe,
no hunda.
Deslizar por el musgo la desterrada lengua de la sed,
descubrir cómo se abre la carnal flor
bañada de rocío rociada por el salitre,
besar morder y beber sus brillos de diamantes de
lluvia,
leer en este verso cómo
se estremecen los húmedos pétalos del incendio
llevando a los labios el palpitar de la vida estremeciéndose,
llevarlo al desguace de estremecidas palabras rotas,
a las bocas de los pechos, ternura pura de la dureza.
Desnudarte despaciosa suavemente siempre,
cada vez que me lees,
con los dedos y los labios y los imposibles de los
versos,
sabiéndome desconocido, tan aquí, ausente, lejano íntimamente siempre
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