viernes, 9 de enero de 2015



De «Últimas notas»

La última tarde
Es tarde de sol tibio. Es desnuda la tibieza.
Arde como un niño en el pecho de la madre,
suavemente arde, y de ahí, de esa ternura maternal,
de su desnuda sonrisa, de ese discurrir de la mirada
por las aguas de un sol de enero,
mana el tibio oro de un atardecer temprano.
La libélula ha pasado, rasgándole la piel
al sentimiento oscuro que enjaulado
no tiene adónde ir. Libre en sus pérdidas.
Como un cometa, la lágrima del destierro
vaga por el frío abismo del firmamento.
Es tarde es soledad es telaraña invisible
es arte la silueta del silencio escondido,
lienzo errante lanzado al viento,
arte que como arte camina a solas,
voluntariamente indefenso,
por eso muralla entre la yerba, arte,
esas columnas del mármol de la isla inexistente
jamás alzadas por las alas de la estancia
que se diluyen y desaparecen
devoradas por la herida de la noche,
herida que se abre carnosa y lejana,
tan lejana como lejano fue el beso nunca dado
de una vida que estuvo y no se sabe que estuvo,
tierna tarde que se va para no volver, que no está
que nunca estuvo, todo ha sido siempre un gris de nubes
un callado y diario entierro de tardes desnudas
sólo entibiadas por las fiebres de los años

                                                Quintín Alonso Méndez

2 comentarios:

  1. Solo nos quedan los recuerdos y sueños no vividos.

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  2. Ese verso no puede estarse quieto, se sale de sí mismo a cada rato (como diría Neruda). Llega con más ritmo.

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