jueves, 12 de junio de 2014




Las noches de luna


Metido en la noche, con la sensación de que el mundo duerme, en la azotea, donde tantas noches la luna y yo hablamos de ti, me vienen recuerdos de noches lejanas perdidas en la memoria, oscuras, sólo alumbradas por la vela en la mesa y las sombras que furtivas creaban calcinados bosques negros, fantasmales, en las paredes. En esas noches de tormentas me decía que el mundo era un ser vivo que alojaba vidas y al que yo sólo podía contemplar desde mis silencios, y que esas vidas debían de estar más allá de los temporales y los aguaceros, al otro lado de las tristezas que me sacudían y me iban enseñando a convivir con ese frío único que sólo sabe fabricar la soledad desde miedos, insomnios, sueños malheridos. Metido en la noche, veo cómo la luna, silenciosa y rauda, atraviesa las nubes, una lechuza levemente le araña el rostro. Se humedece de serenada la brisa.  El mundo, ese ser vivo donde se alojan vidas, existe, pero aquí no está. Aquí la noche, el recuerdo, sólo el recuerdo, de aquellas noches  



                                                         Quintín Alonso Méndez

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