miércoles, 12 de junio de 2013

 
                   Así empieza El eco de las mareas calladas, novela aún sin publicar




Para empezar, he de decir, y por ello lo afirmo y lo firmo, que ocurrió. Y puedo decirlo porque las mordeduras que a menudo siento cómo me desgarran, las nadas que me consumen --no hay día sin desgarros ni noche sin asaltos al vacío--, así me lo confirman. Ahora, sobre la tumba, se podrán poner todas las flores que se quiera, eso no vale de nada, y no por nada, sino porque la muerte, es decir, la distancia, sigue ahí, inamovible, silenciosa bajo la tumba. No podría decir que indiferente, cuando se sabe que toda distancia tiene dos extremos, dos puntos de apoyo, y esos dos extremos no dejan ni dejarán de latir, de distinta manera, con distintos latidos a un lado y al otro, según el curso de las estaciones y el discurrir de los años por ese alambre extendido a lo largo del abismo y que el tiempo se encarga de ir minando, oxidando, como se minan las resistencias de las rocas por el arrebato del viento. Detengo la escritura. Toso. El tabaco se ocupa y preocupa de mantenerme viva la tos. Quizás en estos momentos precisos, del que yo ignoro el momento, el lugar, una pequeña sonrisa, tierna, un pájaro azul, ha echado a volar. Esta pequeña historia, para mí intensa, infinita, no dejará de palpitar.      
                                                                       Quintín Alonso Mébdez





 

No hay comentarios:

Publicar un comentario